Cuenta una antigua fábula que había un ratón que estaba siempre angustiado porque tenía miedo del gato. Dios se compadeció de él y lo convirtió… en un gato. Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. De modo que Dios lo convirtió en perro. Luego empezó a sentir miedo del león, y Dios lo convirtió en león. Con lo cual comenzó a temer al cazador. Llegado a este punto Dios se dio por vencido y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: “Nada de lo que haga por ti va a servirte de ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un ratón.” Cada uno de nosotros es el reflejo de lo que creemos en nuestro interior. No importa cuánto poseamos, cuántos amigos tengamos, el tamaño de nuestra fortuna, cuántas personas nos amen, el nivel social en que vivamos o la salud de la cual disfrutemos… Podemos tener lo mejor, podemos contar con todo lo necesario para ser felices, pero si pensamos en forma pesimista, si dejamos que las sombras de la duda, el temor, el rencor y la p...