Fundación Espacio Para La Esperanza

Este era un campesino que sólo tenía un pequeño campo sembrado de maíz. Trabajaba todo el día en él, arrancando la hierba y enderezando las matas. El campesino estaba triste porque, por falta de agua, las plantas estaban marchitas . Un día, mientras miraba al cielo con tristeza, desde una buena nube dos gotas de agua observaban al campesino y una de ellas le dijo a la otra: -El campesino está muy triste porque sus sembradíos se mueren de sed. Quiero hacerle algún bien. -Sí - contestó la otra-, pero piensa que eres sólo una gota y no conseguirás humedecer siquiera una mata de maíz. -Bien -replicó la primera-, aunque soy pequeña haré lo que pueda. Y al decirlo se desprendió de la nube. Aún no había llegado a la tierra, cuando otra gotita dijo:-Yo iré también.-Y yo, y yo - gritaron muchas gotas. A poco, miles de gotitas caían sobre las plantas de maíz en ruidoso aguacero. Las plantas, agradecidas, se enderezaron enseguida y el campesino obtuvo una cosecha abundante de maíz. Tod

Cuenta una historia que un hombre y una mujer, fascinados por el deslumbrante paisaje de colorido y luz que brotaba ante sus ojos, decidieron ponerse a caminar en busca del horizonte. Andaban y andaban y, a medida que avanzaban, el horizonte se alejaba de ellos. Decidieron apresurar sus pasos, no detenerse ni un momento, desoír los gritos del cansancio, la sed y el hambre. Inútil, por mucho que aceleraron la marcha y multiplicaron sus esfuerzos, el horizonte seguía igualmente lejano, inalcanzable. Cansados y decepcionados, con los pies destrozados de tanto andar, y ante el vértigo de la sensación de haberse fatigado inútilmente, se dijeron derrotados: “¿Para qué nos sirve el horizonte si nunca lo vamos a alcanzar?” . Entonces, escucharon una voz del cielo que les decía: “Para que sigan caminando”. Las pruebas nos ayudan a crecer, a avanzar, a superarnos, a luchar, y nos llevan a descubrir fuerzas que no sabíamos que estaban dentro de nosotros mismos. Lo que nos pasa pone al

Hatuey era un Cacique indígena que huyó del acoso de los conquistadores españoles en Haití, en el 1512. Salió de Haití con alrededor de cuatrocientos hombres, mujeres y niños. Se refugió en las cuevas y montes de Cuba. Allí señaló una cesta llena de oro y dijo: “ Este es el dios de ellos. Por él nos persiguen. Por él han muerto nuestros padres y hermanos. Ellos nos dicen que adoran a un dios de la paz y de la igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Además de esto, seducen a nuestras mujeres y abusan de nuestras hijas ….” Unos meses después fue atrapado y atado a un palo, condenado a la hoguera. Momentos antes de encender el fuego, un sacerdote le ofreció la salvación, mostrándole la cruz, para que pudiera subir al cielo. Ante tal proposición Hatuey preguntó: "¿y esos hombres que me piensan quemar también van al cielo?". El sacerdote respondió: “Hay muchos como ellos en el cielo”. Entonces Hatuey dijo: “Si es así yo no quiero ir allá.” Dicho esto

Era un sábado por la tarde, en un pueblito internado en un bosque, cuando pasó un oso caminando por la orilla de un puente. En ese mismo instante pasaron dos autos que lo asustaron, y el animal cayó por un costado, pero alcanzó a sostenerse del arco del mismo. No podía ni salirse ni saltar. Las autoridades pensaron que ya nada se podía hacer porque estaba anocheciendo. Entonces, al día siguiente, cuando regresaron, encontraron al oso durmiendo muy tranquilo donde estaba atrapado. Después de asegurar una red debajo del puente, le aplicaron un tranquilizante. El oso cayó en la red, lo bajaron, se despertó y  se fue caminando, muy tranquilo. Es increíble lo que nos pueden enseñar los animales. El oso de nuestra historia actuó sabiamente ante su reto. Cuando nos vemos rodeados de dificultades nos dejamos llevar por el pesimismo y caemos en la desesperación. Debemos recordar que lo que nos sucede no nos hace perdedores, tan sólo existen personas optimistas y emprendedoras o perso