NECESITO UN ABRAZO
Hace veinte años manejaba un taxi. Lo hacía en el turno nocturno. Mi taxi se convirtió en un confesionario móvil. Los pasajeros subían y me contaban su vida. Pero ninguna me conmovió tanto como la mujer que recogí una noche. Respondí una llamada de un pequeño edificio en una tranquila parte de la ciudad. Cuando llegué a las 2:30 a.m., el edificio estaba oscuro excepto por una luz en la ventana del primer piso. Muchos conductores sólo hacen sonar su "bocina" una o dos veces, esperan un momento y después se van, pero yo siempre iba hacia la puerta. Caminé al apto. y al golpear una frágil voz respondió y la puerta se abrió. Una pequeña mujer de unos ochenta años se paró frente a mí con una maleta. Ella repetía su agradecimiento por mi gentileza. Cuando llegamos al taxi me dio una dirección, entonces preguntó: "¿Podría manejar a través del centro?".-" Pero este camino no es el más corto"- le respondí.-"No importa", dijo ella "No tengo prisa