Ayudar A Otros La Sanó
Era una mañana soleada de agosto de 2007 cuando, de la nada, el lado izquierdo de mi cara comenzó a arder, el comienzo de una dolorosa afección llamada neuralgia del trigémino. Era un dolor terrible. Mi neurólogo me dijo que era el peor dolor que un ser humano podría experimentar. Dejé mi trabajo como periodista y mi esposo trabajaba todo el día hasta tarde en la noche para pagar las cuentas. Mis hijos ya estaban en la Universidad. Mi esposo encontraba tiempo para reunirse con unos amigos para orar por mí y siempre me daba ánimo, pero yo estaba enojada y en lugar de conversar y preguntar a Dios, le pedía que me sanara. Pasaron dos años y me enviaron con un neurocirujano que me dijo que con una operación no invasiva podía quitarme ese dolor. Me sometí a la cirugía y al despertar sentí el mismo dolor y las mismas sensaciones. El doctor me recetó drogas más fuertes, pero además de eso me preguntó si podía orar por mí. Me extrañó la pregunta pero accedí y él así lo hizo. Entonces me di