EL LIMPIA PARABRISAS
Eran cerca de las once de la noche y me detuve en el semáforo. Una persona caminó hacia el vehículo e inmediatamente puse el seguro. Era un joven con el rostro sucio que blandía en su mano derecha un trapo pretendiendo limpiar el parabrisas. Dije que no sin mucho entusiasmo. El insistió y me incomodé y baje el vidrio de mi ventana y dije al joven que no -“ese trapo no sirve para eso”- dije-“me vas a ensuciar el vidrio”. Él bajo su cabeza y guardó silencio. La actitud humilde del joven me impactó. Me sentí incómodo y para tratar de suavizar la situación entonces le di una propina de todas maneras y él me lo agradeció. El incidente se me olvidó. Pasó el tiempo y una noche, en el mismo semáforo, un joven con el cabello al viento y con una sonrisa contagiosa se me acercó alegremente y me preguntó: -“¿Ahora si me deja limpiarle el vidrio señor?”-. El joven lucía radiante. Me quedé pensando por unos instantes, hasta que logré reconocerlo. Era el mismo joven de aquel inciden