CLARO DE LUNA
Un día Beethoven, uno de los más reconocidos
compositores de todos los tiempos, comenzó a sentirse triste y deprimido. Acababa de fallecer el príncipe de Alemania,
que llegó a ser como un padre para él y eso le entristeció hasta la depresión. El
joven compositor había padecido durante toda su infancia y adolescencia de una
gran carencia afectiva. Y por si fuera poco, Beethoven empeoró de su enfermedad
dramáticamente, y los síntomas de su sordera, comenzaban a perturbarlo y le
empujaban hacia la irritabilidad, la ira y la agresividad. Siempre llevaba
consigo un papel o un cuaderno, para que las personas escribiesen sus ideas y
así poder comunicarse. Viendo que nadie lo entendía, ni lo ayudaba, Beethoven
se encerró en sí mismo y se aisló ganándose por ese motivo una fama de arisco y
solitario. En el peor momento de su vida, donde las terribles circunstancias
que le rodeaban parecían eternas, Dios le trajo consuelo a través de una joven
ciega, que vivía en la misma pensión, con la que conversaba sobre las penurias
de la vida. Un día ella le dijo: “Yo lo daría todo por ver una noche de luna
llena”. Al oírla, Beethoven se emocionó profundamente y se dio cuenta de que él
podía ver y poseía un gran talento musical. De pronto sintió que sus penas y
lamentos se transformaban en alegría y en un ánimo que no era capaz de
entender. Fue entonces que compuso una de las obras más hermosas y famosas de
todos los tiempos, la sonata “Claro de Luna”. Usando su sensibilidad, Beethoven
retrató a través de la melodía, la belleza de una noche bañada por la claridad
de la luna, para alguien que no podía ver con los ojos físicos, pero que lo
había ayudado a él, a mirar la vida con los ojos del alma. Todo gracias a
aquella muchacha ciega, que le inspiró el deseo de plasmar en notas musicales,
una noche de luna...
Todos nosotros hemos sido bendecidos con dones y talentos. Dios nos ha enriquecido para formar una familia, una sociedad, un país, un mundo. Dejemos la queja y la inconformidad, pues eso amarga el corazón. No veamos hacia afuera, y a los demás, solo para decir: Eso no lo tengo…, Miremos a nuestro alrededor y digamos: Con lo que tengo yo puedo ayudar. Seamos inteligentes y hagamos de nuestra vida una experiencia hermosa, salpicada, con el amor y el agradecimiento, que brotan de un corazón ansioso por colaborar. Levanta tus ojos al cielo y mira: La noche está despejada y la luna lo ilumina todo con su majestuosidad y su calma. Ella está allí para decirnos: Has sido bendecido. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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