EL NECESITABA UN HIJO
Una enfermera a pesar de estar muy atareada condujo a un joven que se notaba muy cansado a la cama de un paciente. Inclinándose y hablándole alto al paciente, que era un anciano, ella dijo: “Su hijo está aquí”. Con gran esfuerzo, abrió sus desenfocados ojos, luego lentamente los volvió a cerrar. El joven apretó la envejecida mano en la suya y se sentó junto a la cama. Durante toda la noche estuvo sentado allí, tomando la mano del anciano y susurrando palabras de ánimo. Para cuando amaneció, el paciente había muerto. En instantes, el personal del hospital llenó la habitación para apagar los equipos y remover las agujas. La enfermera se puso al lado del joven y comenzó a ofrecerle sus condolencias, pero él la interrumpió. “¿Quién era ese hombre?” preguntó. La asombrada enfermera contestó: “¡Pensé que era su padre!” “No, él no era mi padre”, contestó él. “Nunca lo había visto en mi vida”. “Entonces, ¿por qué no dijo nada cuando le traje a verle?” “Me di cuenta de que necesitaba a su hijo y que su hijo no estaba aquí”, explicó el hombre. “Y ya que estaba demasiado enfermo para reconocer que yo no era su hijo, supe que me necesitaba”.
Ojala el amor, la compasión y la misericordia fueran siempre nuestra primera respuesta ante el dolor y la aflicción de los que nos rodean, pues el verdadero amor no depende de nexos familiares, ni del nivel de educación, ni de la clase social, ni de la religión, pues es más bien una disposición a servir a los demás incondicionalmente, entregando todo lo que sea necesario dar. Si nos disponemos a poner esto en práctica nuestro mundo se llenara de nuevas luces, de armonía, de paz y de felicidad. ¡Que Dios te de un bello día! Any Aular
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