LA HOMIGA Y EL GRANO DE TRIGO

Un grano de trigo se quedó solo en el campo después de la cosecha, esperando la lluvia para poderse esconder debajo de la tierra. Una hormiga lo vio, se lo echó a la espalda y entre grandes fatigas se dirigió al Lejano Hormiguero. Camina que te camina, el grano de trigo parecía cada vez más pesado sobre la espalda cansada de la hormiga.- ¿Por qué no me dejas tranquilo?-dijo el grano de trigo. La hormiga respondió: -si te dejó tranquilo no tendremos provisiones para el invierno. Somos tantas nosotras las hormigas, qué cada una debe llevar a la despensa  el alimento que logre  encontrar.-Pero yo no estoy hecho para ser comido-, dijo el grano de trigo-: yo soy una semilla, llena de vida y mi destino es el de hacer crecer una planta.  Hagamos un trato. La hormiga contenta de poder descansar un rato, dejó en el suelo la semilla y preguntó: ¿Qué  trato? Si tú me dejas aquí, en mi campo -dijo el  grano de trigo- renunciando a llevarme a tu casa, yo, dentro de un año, te daré 100 granos de trigo iguales  que yo. La hormiga lo miró con aire de incredulidad. Pero el grano dijo: si, querida hormiga, puedes creer lo que te digo. Si hoy  renuncias a mí,  yo te daré 100 granos como yo, te regalaré cien granos de trigo para tu nido.
La hormiga lo pensó: - ¡cien granos de trigo a cambio de uno solo...! ¡Es un milagro! ¿Y cómo harás? -preguntó al grano de trigo. -Es un misterio -respondió el grano -. Es el misterio de la vida. Excava  una pequeña fosa, entiérrame en ella y regresa cuando haya pasado un año.
Un  año después regresó la hormiga. El grano de trigo había mantenido su promesa.     Leonardo Da Vinci

 El gran problema de todos nosotros, los seres humanos, es el apuro. No hemos  entendido, que la vida de todos nosotros, es como el de un puñado de semillas, que necesitan tiempo para crecer y dar determinado fruto. A veces exigimos tanto a quienes amamos, que no entendemos que podemos estar truncando  su crecimiento, y evitando que puedan dar todo aquello para lo que fueron dotados por Dios. Tengamos paciencia y no empujemos  a los demás. Así  mismo, todo en nuestra vida tiene un momento, no echemos a perder nuestro camino tomando decisiones apresuradas, creyendo, erróneamente, que lo que tenemos ante nosotros en nuestro último chance, porque pensar así es creer que Dios es un Padre con poderes limitados. Deja la semilla en paz, déjala crecer...  deja que la lluvia caiga y que Dios le dé el crecimiento. Entonces  nos daremos cuenta de que valió la pena esperar. Tienes la semilla de tu felicidad en tus manos, deja que Dios la coseche, confía  en Él y no te defraudara. ¡Que Dios te de un Feliz Día!          Any Aular

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