Un Milagro Antes de Nacer
Tenía ya 16 semanas de embarazo cuando comencé a sangrar. De inmediato mi esposo me llevo al hospital, y un examen reveló que la placenta se había separado del útero. El doctor me dijo que lo más seguro era el aborto, pues conservar el bebé representaría un peligro para mí. No quise tomar la decisión en ese momento, así que, con el corazón destrozado, mi esposo y yo regresamos a casa. Mi esposo había sido despedido ese día, por lo que nuestra angustia era mayor, pues con dos niños pequeños, y probablemente otro en camino, los gastos eran mucho mayores, y ahora solo contábamos con mi sueldo de enfermera de medio tiempo. Al llegar a casa, me acosté por órdenes del médico, y Mark se encargó de nuestros dos pequeños, Tyler de seis y Joshua de cuatro años. Mientras mi esposo preparaba la cena, yo permanecía en cama muy triste, pensando en cómo deseaba a este bebé. Mis embarazos habían sido problemáticos, y había sufrido un aborto antes de cada uno de ellos. Por eso tenía tanto mi