Un Milagro Antes de Nacer

Tenía ya 16 semanas de embarazo cuando comencé a sangrar. De inmediato mi esposo me llevo al hospital, y un examen reveló que la placenta se había separado del útero. El doctor me dijo que lo más seguro era el aborto, pues conservar el bebé representaría un peligro para mí. No quise tomar la decisión en ese momento, así que, con el corazón destrozado, mi esposo y yo regresamos a  casa. Mi esposo había sido despedido ese día, por lo que nuestra angustia era mayor, pues con dos niños pequeños,  y probablemente otro en camino,  los gastos eran mucho mayores, y ahora solo contábamos con mi sueldo de enfermera de medio tiempo. Al llegar a casa, me acosté por órdenes del médico, y Mark se encargó de nuestros dos pequeños, Tyler de seis y Joshua de cuatro años. Mientras mi esposo preparaba la cena,  yo permanecía en cama muy triste, pensando en cómo deseaba a este bebé.  Mis embarazos habían sido problemáticos, y había sufrido un aborto antes de cada uno de ellos. Por eso tenía tanto miedo. Allí, sola en mi habitación, comencé a pedirle a Dios que por favor salvara a mi bebé. Recuerdo que cerré mis ojos y por unos minutos me quede dormida, y en medio del sueño escuché una voz que me dijo: "Tu bebé verá la luz del día", y entonces me desperté. Enseguida llamé a Mark y le conté, y le dije que sentía una profunda seguridad de que Dios me estaba dando luz verde para conservar el embarazo. Entonces llamamos al doctor y le comunicamos nuestra decisión. El médico me indicó que debía permanecer completamente en cama, sin moverme, hasta que estuviera fuera de peligro. Así que como Mark estaba sin trabajo, se dedicó a cuidar de los niños y de las labores del hogar. Mi esposo se dedicaba a cocinar,  limpiar y ayudarme. Cada día después del almuerzo,  los niños venían a mi cama y allí yo los ayudaba con las tareas. En la noche nos acomodábamos los cuatro en la cama, y contábamos historias y reíamos todos juntos. Esto se repitió cada día durante tres meses. A pesar de ser uno de los momentos más difíciles, fue el mejor, porque nos unimos muchísimo como esposos y como familia. Al cabo de este tiempo, el peligro había pasado y,  con 7 meses de embarazo, me reincorporé a mi trabajo. Ese mismo día Mark me llamó emocionado diciéndome que su jefe lo quería de regreso en la compañía. Dos meses después nació Samuel, saludable y fuerte. Realmente Dios había hecho un milagro completo en nuestras vidas, salvando a nuestro bebé, haciendo crecer a nuestra familia en unidad, y devolviéndole el empleo a mi esposo justo cuando lo necesitábamos. Ya no me quedan dudas de que todo sucede por una buena razón. Christian Jandreau
Esta hermosa historia nos dice que Dios nunca nos desampara. Todo lo que nos sucede, por muy incómodo y contradictorio que nos parezca, tiene una buena razón. Así que no debemos perder el ánimo, ni desperdiciar el tiempo quejándonos. Nada ocurre por casualidad y todo tiene un propósito muy bueno para nosotros. Debemos creer que todo ha sido preparado para ayudarnos y enriquecernos como seres humanos. Así que levántate y empieza tu día sin temor, pues un camino hermoso espera por ti. Ánimo y adelante. ¡Que Dios te de un Feliz Día!     Any Aular

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