Demóstenes
El joven Demóstenes soñaba con ser un gran orador, sin embargo esto parecía una locura desde todo punto de vista. Su trabajo era humilde, y de extenuantes horas a la intemperie. No tenía el dinero para pagar a sus maestros, y no tenía ningún tipo de conocimientos. Además tenía otra gran limitación: Era tartamudo. Demóstenes sabía que la persistencia y la tenacidad hacen milagros y, cultivando estas virtudes, pudo asistir a los discursos de los oradores y filósofos más prominentes de la época. Ansioso por empezar, no perdió tiempo en preparar su primer discurso. Su entusiasmo duro poco: La presentación fue un desastre. A la tercera frase fue interrumpido por los gritos de protesta de la audiencia: Las burlas acentuaron el nerviosismo y el tartamudeo de Demóstenes, quien se retiró sin siquiera terminar su discurso. Fueron muchos los que le aconsejaron –y muchos otros los que lo humillaron- para que desistiera de tan absurdo propósito. Pero en vez de sentirse desanimado, Demóstenes tomaba esas afirmaciones como un desafió. Usaba la frustración para llenarse de fuerza, para mirar más lejos. Solo debía persistir. – Tengo que trabajar en mi estilo.- se decía a sí mismo. Así fue que se embarcó en la aventura de hacer todo lo necesario para superar las adversidades que lo rodeaban. Se afeitó la cabeza, para así resistir la tentación de salir a las calles. De este modo, día a día, se aislaba hasta el amanecer practicando. En los atardeceres corría por las playas, gritándole al sol con todas sus fuerzas, para así ejercitar sus pulmones. Más entrada la noche, se llenaba la boca con piedras y se ponía un cuchillo afilado entre los dientes para forzarse a hablar sin tartamudear. Al regresar a la casa se paraba durante horas frente a un espejo para mejorar su postura y sus gestos. Así pasaron meses y años, antes que reapareciera de nuevo ante la asamblea defendiendo con éxito a un fabricante de lámparas. En esta ocasión la seguridad, la elocuencia y la sabiduría de Demóstenes fueron ovacionadas por el público hasta el cansancio. Demóstenes fue posteriormente elegido como embajador de la ciudad. Su persistencia convirtió las piedras del camino en las rocas sobre las cuales levantó sus sueños.
No dejes que el miedo al fracaso se interponga entre tú y tus sueños. El camino al éxito no es fácil. El triunfo pertenece sólo a quienes luchan. Sólo siendo persistente conquistarás tus sueños. Recuerda que la mayoría de los obstáculos se encuentran dentro de nosotros mismos. Trátate con amabilidad y gentileza, no te maltrates a ti mismo menospreciándote y pensando de ti como el más inútil. Tan sólo mantente firme y lucha por lo que deseas. No hay nada imposible para el que se atreve a creer. Dios siempre bendice a quienes no se dan por vencidos. ¡Ánimo, tu puedes! ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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