EL HOMBRE QUE SANÓ SUS MANOS
Cuando yo era un joven me preocupaba mucho. Y fueron apareciendo en mis manos muchas verrugas. Así cuando llegué a los veinte años mis manos estaban casi completamente cubiertas. Tenía más de doscientas. Era tan desesperante la situación que empecé a alejarme de la gente. Generalmente saludaba a las mujeres con una inclinación de la cabeza, pero a los hombres tenía que darles la mano y claramente se incomodaban, así que opté por usar guantes lo cual era bastante incómodo. Probé todo tipo de remedios caseros sin resultados. Visité médicos y especialistas. Me recetaron masajes, rayos ultravioletas, pinchazos eléctricos, pastillas, inyecciones y todo fue inútil. Durante un año padecí un verdadero infierno. Entonces me propuse olvidarme por completo del problema. Me dediqué a actividades cívicas: a colaborar en cuanta asociación se me presentaba para ayudar a los demás, juntas de acción comunal, comités de alfabetización, grupos de teatro para divertir a la gente, brigadas de aseo y hasta entré a formar parte de un conjunto musical para alegrar a los vecinos. Seis meses después, al despertarme una mañana de domingo, bostecé y me froté los ojos con el dorso de la mano. Recibí la mayor sacudida mi vida. Mis manos me parecían raras, entonces las miré detenidamente y grité: “¡Mamá, mamá, mis manos se han curado, mi piel está sana!”. Ella vino corriendo a la habitación, miró mis manos y lloró de alegría. Todo había desaparecido. Entendí, entonces, que el concentrarme en ayudar a los demás había obrado un milagro en mí y al desaparecer la preocupación desapareció también mi aflicción. Jorge Salazar.
Si hay algo que nos está inquietando, si nos sentimos abrumados o ahogados por alguna circunstancia que estamos viviendo, entonces tratemos de desviar nuestra atención hacia alguna actividad que nos libere y que nos ayude a canalizar nuestras fuerzas para colaborar en actividades que ayuden, de una forma u otra, a mejorar nuestro entorno. Nuestra mente y nuestra salud están estrechamente ligadas, más de lo que imaginamos… Es por eso que debemos ayudarnos continuamente. No nos aislemos, tratemos de ser parte de nuestra sociedad. Si a pesar de nuestros esfuerzos nuestra situación sigue sin mejorar, intentemos enfocarnos en ayudar en medio del grupo de personas que nos rodean y eso nos liberará, limpiará nuestras manos, nuestro corazon de la enfermedad mas grave que padece el ser humano: la indiferencia. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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