Una Respuesta Inesperada
Llevaba muchos años enferma de diabetes, pero nunca me había sentido tan débil como ahora. Una tarde estaba disfrutando en la terraza de nuestra casa, en Trinidad, cuando de pronto me desmayé. Fui llevada de inmediato al Hospital, y después de pasar unos días allí, los médicos encontraron que mi condición había empeorado, por lo que le recomendaron a mi esposo buscar ayuda en el exterior. Winston hizo los arreglos necesarios, y de inmediato tomamos el primer vuelo a Nueva York. Allí nos instalamos de inmediato, cerca de Debbie, nuestra hija, y ella notó cuan delgada y débil estaba. Así que se encargó de cuidarme. A la tarde siguiente, sentí un dolor en el pecho, así que de inmediato Debbie y yo fuimos al Hospital. Allí encontraron que había sufrido un infarto, y que mis riñones estaban fallando. Ahora debía ser sometida a diálisis tres veces por semana. Así que comencé los procedimientos, pero después de cada sesión me sentía peor. Estaba triste y desanimada. Día y noche pedía a Dios una solución. Una tarde, Debbie me dijo que había estado investigando con los doctores, y que habían conseguido que el trasplante de riñón era mi mejor opción. Y Ella se sometería a las pruebas para comprobar su compatibilidad conmigo. Pero yo no quería. Más Debbie no aceptó mi negativa. Así que comenzamos el proceso en el Hospital. Después de innumerables exámenes, los médicos encontraron que mi hija y yo éramos mucho más compatibles que la mayoría de los pacientes. Pero aún así le pedí a Dios que me diera una señal. Un día antes de la operación, esperando un último reconocimiento, una enfermera entró con una pareja asiática; la mujer, que era como de mi edad, se veía radiante, y entonces ella se dirigió hacia mí, y me dijo que el hombre a su lado era su hermano y que le había donado un riñón 10 días antes, y que se sentía otra persona, y me dijo también que no temiera. Esas palabras me reconfortaron y me dieron la seguridad de que hacía lo correcto. Al día siguiente Debbie y yo fuimos ingresadas al quirófano, y horas después el trasplante se había realizado con éxito. Casi de inmediato sentí la mejoría en mi cuerpo. Después de mi primer chequeo, todo funcionaba de maravilla, y entonces le pedí a mi doctor que por favor me ayudara a ponerme en contacto con la pareja asiática que me había reconfortado tanto. Para mi gran sorpresa, mi médico me dijo que él nunca había tratado a ninguna pareja de esas características. Y entonces entendí que Dios los había enviado a mí como una señal de lo que debía hacer. Dios nunca nos desampara. Cynthia John
Casi nunca entendemos el por qué de lo que nos sucede. Pero debemos creer que todo traerá un bien, y debemos confiar en que siempre encontraremos la salida. No abandones la batalla y lucha. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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