En carne propia
Nunca olvidaré ésta
experiencia que sobretodo fue una gran enseñanza para mi. Siendo aún niños nos ingeniábamos para
atrapar a los animales del bosque. Armábamos señuelos, silbatos, trampas, rejas
y hasta canastos tejidos en las caídas de agua para atrapar los peces. Éramos
chicos felices en medio de una naturaleza fértil y con riquezas naturales por
todo el bosque. Una de mis habilidades favoritas, era la de colocar trampas en
el bosque. Con cuidado investigaba los
caminos de los conejos, las liebres o los zorros y, una vez convencido de su
hábitat, montaba y disimulaba las trampas en el camino. Luego, al otro día,
tomaba mi bicicleta, y me internaba por los senderitos del bosque a revisar mi
trabajo. Un día, ¡qué fastidio! La cadena de mi bicicleta se salió de sus
engranajes; la coloqué y luego volvió a caer. Entonces molesto, volví a montarla
en la punta del engranaje y di una vuelta con fuerza al pedal para que se
instalara completamente, pero, sea por mi apuro, por mi ira, o porque Dios
quería darme una lección, mis dedos no alcanzaron a salir y ahí quedé con los
dientes del engranaje enterrados en mis falanges. Mi bici era de freno al
pedal, no podía volverla atrás, estaba solo, y mi única esperanza era dar una
vuelta completa a la cadena para liberar mis dedos en la otra punta. Así lo
hice. La herida y el dolor fueron tan grandes, que entonces pensé en los
animalitos que yo cazaba con tanta diligencia. Desde entonces nunca más coloqué
una trampa. Yo experimenté en carne propia el dolor, supe lo que ellos sufrían
y tuve compasión de ellos.
Muchas
veces tratamos a los demás con desconsideración, y sin darnos cuenta
maltratamos y herimos a nuestro paso. Generalmente estamos tan imbuidos en
nosotros mismos y nuestras circunstancias, buenas y malas, que no nos
percatamos del daño que tal vez estamos haciendo a nuestro prójimo, a nuestra
familia, a nuestros amigos y vecinos… Tratemos con amor a nuestros semejantes,
porque en ellos también habita Dios. Actuemos con responsabilidad y cuidemos
mucho nuestras acciones. Recordemos que recogeremos de aquello que hayamos
sembrado. Haz con los demás lo quieres que hagan contigo. Vivamos practicando
el amor y seremos felices. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular (any.aular@hotmail.com)
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