Yo estaba saliendo del restaurante donde trabajo cuando, de repente, una luz llamó mi atención. Era la luz del sol reflejada en un centavo brillante que estaba en el piso de la entrada. Sólo un centavo, pensé, pisándolo. Solía creer que "los centavos venían del cielo", y que eran una señal de que Dios estaba cuidándome. Pero con todo el estrés en mi vida últimamente, había dejado de creer en esas cosas. Mi marido, Tyler, y yo nos habíamos mudado a Hawái cuatro años antes, con la esperanza de impulsar nuestra carrera como chefs. Hawái parecía un paraíso al principio: la comida, la cultura, las maravillas naturales, pero no esperaba lo difícil que sería vivir tan lejos de nuestra familia en Delaware, en donde había trabajado con mis padres en su restaurante. Cuando tenía un día duro, siempre podía conversar con ellos antes de llegar a casa con mi esposo, y eso me relajaba. Aquí no. Ahora Tyler y yo teníamos un niño pequeño y un recién nacido, y yo estaba agotada de los la...