Los centavos del cielo
Yo estaba saliendo del
restaurante donde trabajo cuando, de repente, una luz llamó mi atención. Era la
luz del sol reflejada en un centavo brillante que estaba en el piso de la
entrada. Sólo un centavo, pensé, pisándolo. Solía creer que "los
centavos venían del cielo", y que eran una señal de que Dios estaba
cuidándome. Pero con todo el estrés en mi vida últimamente, había dejado de
creer en esas cosas. Mi marido, Tyler, y yo nos habíamos mudado a Hawái cuatro
años antes, con la esperanza de impulsar nuestra carrera como chefs. Hawái parecía
un paraíso al principio: la comida, la cultura, las maravillas naturales, pero
no esperaba lo difícil que sería vivir tan lejos de nuestra familia en Delaware, en donde había
trabajado con mis padres en su restaurante. Cuando tenía un día duro, siempre
podía conversar con ellos antes de llegar a casa con mi esposo, y eso me
relajaba. Aquí no. Ahora Tyler y yo teníamos un niño pequeño y un recién
nacido, y yo estaba agotada de los largos días en la cocina y las largas noches
atendiendo al bebé. Dios, necesito una señal
de que estás aquí conmigo, oré una noche, mientras mecía al bebé para
adormecerlo. Cuando abrí los ojos, vi un centavo que yacía a mis pies. Durante
los próximos días, parecía que encontraba un centavo cada vez que me sentía
agotada o ansiosa. Nunca le conté a nadie sobre esto, pero extrañamente, cada
vez que veía uno, sentía mucha paz. Ese
día la jornada en el restaurante había sido una locura, y yo estaba cansada de
pasar demasiadas noches sin dormir. ¿Y este centavo en la puerta significaría
algo especial? Pensé que no y me fui a casa. A la mañana siguiente, Tyler se
despidió de mí y salió a trabajar. Me estaba sirviendo una taza de café cuando
volvió a entrar con una expresión de asombro, y me dijo: -“Tienes que ver
esto”-. Lo seguí hasta el estacionamiento, y fue entonces cuando asombrada vi
algo increíble. Nuestro lugar de estacionamiento brillaba bajo el sol. Cercando
sólo nuestro carro, estaban cientos y cientos de centavos. -¿De dónde crees que
vinieron? -preguntó Tyler. Ahora sabía que estaba recibiendo la señal que había
pedido, al mismo tiempo que sentía paz fluir a través de mí. Dios nunca nos
abandona. Aún cuando sintamos el agua al
cuello, podemos encontrar la salida, si tan sólo hablamos con ese Dios, lleno
de amor, que está en los cielos. Siempre viviremos épocas difíciles, pero no
tenemos que atravesar el “desierto” solos, tenemos una opción maravillosa,
hablar con Dios, y sólo así encontraremos las fuerzas para seguir y no darnos
por vencidos. ¡Que Dios te de un Feliz Día!
Any Aular
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