Lucha por tus sueños

Ésta es la historia de cómo Misty Copeland se convirtió en la primera bailarina afroamericana del American Ballet Theatre (Teatro de Ballet Americano). Ella empezó tarde en el ballet. Tomó su primera clase cuando tenía 13 años, y no en una escuela de élite, sino en Club de Chicos y Chicas de la zona dónde vivía, algo inaudito en el ballet profesional. Para el momento en que presento la prueba para ésta prestigiosa compañía de teatro, tenía 15 años, y decían que era un prodigio del ballet. Por lo que la carta de rechazo que recibió en un principio, la tomó por sorpresa y la desanimó. En dicha carta decían que no tenía ninguna oportunidad, que no había sido hecha para dicha carrera. Su entrenadora en el Club siempre le decía que era en extremo talentosa, y que Dios la había hecho a ella para la danza. Esas palabras la animaban, a pesar de la extrema pobreza en la que vivía, junto con su madre y cinco hermanos más. El ballet era su escape, cuando danzaba se sentía llena de alegría, y la dura realidad que vivía desaparecía. Al recibir dicha carta después de la audición, se desanimó al grado de querer renunciar, pero su instructora le recordó una vez más la facilidad con la que aprendía los movimientos, y lo prodigiosa que era, y la animó a seguir. Gracias a éste incentivo decidió aprender todo el ballet que pudiera tan rápido como pudiera. A los 15 años, ganó una beca de arte del Music Center de Los Ángeles. Estaba en camino. Ese verano estudió en el Ballet de San Francisco, y el siguiente en el American Ballet Theatre. Cuando se graduó de la escuela secundaria, se mudó a la ciudad de Nueva York y fue aceptada en ésta prestigiosa compañía. A los 18 años parecía que todo iba encaminado hacia su sueño de ser primera bailarina, pero sufrió una serie de impedimentos en la salud, el peso y su figura que la mantuvieron alejada de lo que más amaba por largo tiempo. Pero gracias al incentivo de quienes la rodeaban, y a su enorme deseo, se convirtió en la primera bailarina afroamericana del American Ballet Theatre, sirviendo así de inspiración a muchas otras jovencitas afroamericanas que desean incursionar en ésta área. Esta  historia nos dice que no debemos darnos por vencidos, que debemos luchar por lo que anhelamos. Dejemos de prestar atención a todas aquellas voces que nos desalientan y nos hacen sentir que no podemos, y dediquemos cada segundo a sembrar el futuro que queremos cosechar. La decisión final está en nosotros. La felicidad está en nuestras manos. Tan sólo decídete y sigue adelante. ¡Que Dios te de un Feliz Día!       Any Aular

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