La verdadera navidad
Ana María se sentía triste y desolada. Su esposo
había muerto unas semanas atrás. Por primera vez tendría que pasar sola la
fiesta de Navidad. Se montó en un autobús, y allí recorrió cuadras y cuadras. Casi
estaba dormitando de tanta tristeza, cuando oyó al chofer que le decía: “Señora
hasta aquí llegamos”. Se bajó del bus y vio una iglesita, entonces entró, se
sentó y comenzó a hablar con Dios. De pronto escuchó unos pasos; eran dos niños
con la ropita raída, que habían entrado para ver el pesebre. Ella les hizo
señas para que se le acercaran, y les preguntó donde iban a celebrar la
Navidad. Ellos le dijeron que en ninguna parte, porque su mamá estaba en casa muy
enferma y no podía trabajar. Además eran muy pobres. Al mirarlos detenidamente,
algo se movió en su corazón. Llevó a los niños a comer y les compró ropa.
También compró suficiente comida y fueron directo a la casita de ellos.
Encontraron a la pobre mujer en una
estera, en el suelo. Sufría de dolor en las piernas. Cuando esta señora vio lo
que Ana había traído, un gozo enorme entró en su corazón, un gozo que le trajo
alivio. Se sentaron a comer y luego jugaron con los niños. Pasadas las doce Ana
decidió retirarse, dejándole a la señora suficiente dinero para que fuera al
médico y para comprar las medicinas; y para comer por varias semanas. Mientras
caminaba se dio cuenta de que su tristeza había desaparecido. Volvió a subir al
autobús, con el mismo chofer, entonces el hombre le dijo: “Señora, usted es
otra, su rostro cambió, se ve feliz. ¿Qué le pasó? A lo que ella le dijo: “Es
que acabo de celebrar la verdadera Navidad”.
El secreto de la felicidad está en compartir.
Cuando damos un poco de nosotros mismos, nuestra vida cambia por completo.
Unamos nuestras fuerzas y nuestros corazones esta Navidad para amar, ayudar y
repartir esperanza. Dejemos de lado nuestras preocupaciones y angustias,
cualquiera sean, y busquemos de ayudar a nuestro prójimo. Ayudando a los demás nuestra
vida cobra sentido. No esperes más: Comparte con los demás la “comida” de la
amistad y el amor desinteresado; Rodea a los necesitados de afecto, con las
“ropas” del cariño y de la consideración. Tienes mucho dentro de ti para dar, y
sólo lo descubrirás ayudando. Haciendo esto tu alegría se multiplicará; tu vida
cambiará y no volverás a ser el mismo. Regala un poquito de tu tiempo y serás
más feliz. ¡Que Dios te de una Feliz Navidad! Any Aular
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