El Sueño Que Me Liberó
Estaba injustamente encarcelado, y condenado a muerte por un crimen que no había cometido. Aquella noche entré en mi celda y me acosté y recordé, como todas las noches, la forma en la que había llegado allí. Era Agosto de 1984, y era tan temprano que el sol no había salido, cuando escuché golpes violentos en la puerta de mi apartamento. Fui medio dormido a abrir y entraron varios policías apuntándome con armas y me dijeron que estaba bajo arresto por el asesinato brutal de una niña. Alguien había llamado a la policía y les había dicho que me había visto a mí en la escena del crimen. Lo más contradictorio era que no me parecía en nada al dibujo policial del hombre que habían identificado como el asesino. Según este dibujo el hombre era rubio, muy alto y con una barba muy tupida. Yo era pelirrojo, sin barba y mucho más bajo. Aún así en el juicio, varias personas testificaron en mi contra y a los 24 años, en marzo de 1985, fui condenado a pena de muerte. No podía creer tanta injustici