Salvado En Medio De Una Tormenta


Corría el año de 1970 y acababa de regresar de la guerra. Había regresado con muchas pesadillas y tenía la intención de regresar a Minnesota para ayudar a mi padre en la granja familiar. Pero comencé a recorrer los Estados Unidos a la deriva buscando trabajos en granjas o en la construcción, y visitando a mis 9 hermanos mayores que estaban regados por todo el país. Las pesadillas por la guerra eran terribles, así que me refugié en el alcohol y la marihuana. Una noche estaba en Utah, en una carretera, en pleno invierno, caminando, en medio de una tormenta de nieve. Pasé el día caminando por esa carretera solitaria, esperando que alguien me llevara al pueblo más cercano para tomar el autobús hasta la granja de mi padre. Tan solo llevaba un abrigo y mis botas de guerra. Recuerdo que no había hablado con Dios desde la guerra, pero esa noche, en medio de aquel frío decidí hacerlo y le pedí ayuda. De repente ví los dos focos de una gandola y agité mis brazos. La gandola se detuvo y se abrió la puerta de la cabina. Yo corrí y me monté. Enseguida aquel hombre me dio un sándwich y café caliente. Lo comí todo sin hablar hasta que terminé. No había comido en todo el día, así que le dí las gracias y el hombre arrancó el camión. El le dio un rápido vistazo a mis botas de guerra y me dijo: “Yo también fui a la guerra y al regresar anduve a la deriva hasta que un día, mientras manejaba atropellé a un hombre. Lo dejé cuadripléjico. Recuerdo que eso me hizo examinarme a mí mismo y cambiar de rumbo. Busqué a Dios y un trabajo decente. Me casé y formé una familia y aún ahorita le sigo pasando a este hombre una mensualidad. Nos hicimos amigos. Tú también puedes cambiar de rumbo”. Yo estaba perplejo con lo que escuchaba. Entonces llegamos a un pueblo y me preguntó qué planeaba hacer. Yo le conté que quería tomar un autobús a Minnesota a ver a mi padre en su granja. Entonces él me dio dinero suficiente para el pasaje y me dijo: “Yo no pensaba seguir adelante, pensaba quedarme en el pueblo anterior pero sé que Dios me movió a seguir en la carretera”. Entonces me bajé de la gandola agradecido y él me dijo: “Creo que pueden suceder grandes cosas si crees y oras”. Y se fue. Eso bastó para cambiarme por dentro. Llegué a la granja de papá y me puse a trabajar. Busqué a Dios. Fui a la Universidad, me casé y tuve tres hijos, y cada vez que las cosas se ponen difíciles recuerdo las palabras de aquel hombre en medio de aquella tormenta de nieve: “Pueden suceder grandes cosas si crees y oras”, y entonces la fe vuelve a mí.
Esta historia nos lleva a creer más en Dios. Todo es posible si miramos a nuestro Padre Celestial y buscamos de hablar con Él. Abre tu corazón y habla con Dios y dile qué es lo que te perturba, y encontrarás respuestas y liberación. No temas. No importa que haya pasado en tu vida, no importa cuán hundido estés, siempre hay una salida para todo aquel que busca ayuda en su Creador. Ten ánimo y sigue adelante. ¡Que Dios te de un Feliz Día!   Any Aular

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