El conejito de cerámica
“Ayúdame mamá”, susurré. “Muéstrame que todo va a estar bien”. Era miércoles por la noche y estaba acostada, tratando de dormir. Mi esposo ya se había dormido. Los últimos tres meses habían sido difíciles para nosotros. Me había dado una gripe y había comenzado a sentir un dolor en mi abdomen en el lado derecho que iba en aumento. Me habían hecho múltiples exploraciones pero no habían encontrado nada. A la mañana siguiente me harían una exploración de la vesícula biliar y estaba asustada. Pensaba que iba a morir igual que mi madre. Perdí a mi mamá, Anita, a los 24 años. De repente le encontraron una enfermedad degenerativa. Su declive fue rápido hasta que murió. La extrañaba mucho y deseaba recibir su consuelo en estos momentos. Tenía un hijo de 15 años y otro de apenas 8, y temía que quedaran sin mí. Pensando en mi madre y hablando con Dios me quedé dormida. A la mañana siguiente me realizaron el examen pero no me dijeron nada, pues debía esperar a que el médico examinara la prueb