LA ALONDRA

En una soleada mañana, dos alondras subían volando a lo alto. La alondra padre hablaba con su polluelo, haciéndole ver lo maravilloso que es tener alas y poder volar hasta las alturas. Pero el pequeño, en su inexperiencia, escuchaba sólo a medias, estaba distraído, pues su atención se fijaba en el tintinear de una campanita, que llegaba a sus oídos desde la tierra. El pajarillo, curioso, bajó al campo de donde provenía el sonido que tanto le atraía, y vio a un hombrecillo que guiaba un carro mientras gritaba: "¡Vendo lombrices! ¡Dos lombrices por una pluma!". A la pequeña alondra le encantaban las lombrices; ya al nombrarlas se le hacía agua el pico. Y sin pensar más se decidió: arrancó una pluma de sus alas y la cambió por dos lombrices. Cuando se las hubo comido volvió junto a su padre, muy satisfecha. Al día siguiente la alondra no salió a volar con su padre sino que esperó ansiosamente el sonido de la campanita, y al oírla bajó a realizar nuevamente su extraño negocio, dando otra pluma a cambio de dos lombrices. Esto lo repitió día tras día. Una vez ofreció al hombrecillo cinco plumas por diez lombrices. El vendedor aceptó entusiasmado y, desde entonces, por espacio de varios días más, continuó el intercambio. Al final la alondra batió sus alas inútilmente: ¡ya no podía volar! ¡Había cambiado sus alas por un puñado de lombrices!

A veces andamos tan distraídos mirando en otra dirección, perdemos el rumbo y dejamos de ser nosotros mismos. Pongamos atención a nuestra vida. Busquemos lo que nos edifica, lo que nos haga crecer como personas, lo que nos lleve a las alturas del éxito, lo que nos capacite para enfrentar la realidad de cada día, con mayor pericia y destreza. No te distraigas, concéntrate, identifica y trabaja en aquello que realmente necesitas para crecer como ser humano y vivir la vida que Dios te regaló. Todos tenemos un camino diferente y único, así que no esperes más: Extiende tus alas y comienza a volar. ¡Que Dios te de un Feliz Día!                   Any Aular

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