MI DESCUBRIMIENTO NAVIDEÑO


Todavía recuerdo el enorme árbol navideño de la Plaza de la Fuente, los brillantes decorados, las melodías de los villancicos en las calles. Ese día, cuando tenía 12 años, había salido con mi padre -que era pastor- a hacer unas compras navideñas de última hora. Estaba cansado cargando tantos paquetes ¡Y deseaba llegar a casa! En ese momento se me acercó un mendigo, un hombre andrajoso, sucio y con cara de no haber dormido extendió su mano y me pidió dinero. Yo, con cierta repulsión me aparté de él. En tono bajo mi padre me dijo: -Norman, no debes tratarlo así. Sin mostrar señal de arrepentimiento, repliqué: -Papá, no es más que un mendigo. Mi padre se detuvo y dijo: -Puede que haya desperdiciado su vida, pero eso no lo hace menos hijo de Dios. Acto seguido, me dio un billete de un peso, que por aquel entonces era mucho dinero. -Quiero que le entregues este billete a ese hombre, que le hables con respeto y le digas que se lo das de parte de Jesus. Y protesté diciendo: -Papá, no puedo hacer eso. La voz de mi padre adquirió tono de firmeza y dijo: -Ve y haz lo que te digo. A regañadientes corrí tras el mendigo y le entregue el dinero. Fijó los ojos en el billete y luego me miró perplejo. De golpe una sonrisa le iluminó el rostro, una sonrisa tan bella y llena de vida que ocultó su aspecto sucio y andrajoso. Me olvidé que era un viejo harapiento. Con un gesto de caballero distinguido, se quitó el sombrero y gentilmente me respondió: -Gracias joven. De repente se disipo mi mal humor. La calle, las casas, todo lo que me rodeaba cobró en ese instante un aura de belleza, pues había presenciado un milagro que desde entonces he visto muchas veces: la transformación que se produce en alguien cuando uno lo mira como hijo de Dios, cuando le brinda amor inspirado en el nombre de un niño nacido hace mas de dos mil años en un establo en Belén, y que vive en nuestro corazón. Ese fue el descubrimiento que hice aquella Navidad: el oro de la dignidad humana, que yace oculto en cada alma esperando que le demos ocasión de brillar. Norman Vincent Peale.

No existe nada tan hermoso como el formar parte de un milagro, o el participar en el cambio positivo que se produce en nosotros o en nuestro entorno, cuando decidimos ayudar al prójimo, al necesitado, al afligido… Cuando tendemos nuestra mano y actuamos con consideración, estamos mostrando el amor de Dios, ese amor que no hace diferencias entre unos y otros. Recuerda que cerca de ti está Dios, esperándote con un hermoso regalo envuelto en forma de necesidad… ¿Qué esperas?, Destápalo con amor; cariño y consideración. ¡Feliz Navidad!     Any Aular

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