LA NOCHEBUENA DEL CARPINTERO
Marcos regresaba a su casa al anochecer. Su corazón estaba triste y la nevada lo sorprendió mientras caminaba por aquellas calles. Tenía un mes sin trabajo, desde que habían comenzado los despidos en su país. Esa noche no llevaba nada para comer, y era Navidad. Se quedó sentado en las escalinatas que llevaban hasta su casa, descorazonado, pensando en lo poco que vale el que sólo sabe labrar madera. Estando en medio de su autocompasión, de pronto escuchó que lo llamaban, era el ama de llaves de una de las familias afortunadas de la zona. Salió corriendo, y al llegar le pidieron que armara el nacimiento de la casa. Entre el alboroto de alegría que hacían los niños, empezó el carpintero a disponer su labor. ¡Con qué gozo esgrimía el martillo, escogía la punta, la hincaba en la madera, la remachaba! ¡Qué renovación de su ser, qué bríos y qué fuerzas morales le entraban al empuñar, después de tanto tiempo, los útiles del trabajo! Cuando el tablado estuvo enteramente listo, doña Amparo le hizo seña que la siguiese, y le llevó a su gabinete, donde le dejó solo un momento. Los ojos de Marcos se fijaron en una escultura que mostraba a José, enseñando a Jesús niño la admirable labor del carpintero. Marcos se quedó absorto. Dios le hablaba a través de la escultura; pronunciando frases de consuelo y de cariño infinito, frases no oídas jamás. El propio Jesús le decía a este hombre, que no se menospreciara, que el mismo había sido un carpintero en su pueblo, antes de manifestarse al mundo. Cuando la señora volvió y le dio el dinero, el carpintero la miró fijamente con sus ojos llenos de lágrimas, miró primero a su bienhechora y después a la escultura; y la señora leyó como un libro en el alma de aquel hombre. Y doña Amparo sintió como un golpe en el corazón; y le dijo: -No se preocupe, ahora mismo enviaremos suficiente comida para usted y su familia, para que celebren la Navidad-.
No importa que tormenta estés viviendo en este momento, el socorro vendrá a ti, y alcanzarás el éxito, y entonces vivirás tu propia Navidad. No eres una persona cualquiera, eres hijo del Dios que envió a su único heredero a este mundo, para darle sentido a nuestras vidas. No dejes de insistir, persevera en encontrar una solución. Toma lo que Dios te ha dado para crecer en este mundo y sigue construyendo, sigue impulsándote. La vida no se te acabó. Lo que estás viviendo es sólo un silencio en medio de la maravillosa pieza musical que eres. Así que lucha. Usa los martillos y los clavos de la esperanza, de quien cree en un mejor porvenir, de quien espera un futuro prometedor, y sigue construyendo tu vida. No te quedes ensimismado en la autocompasión. No te des por vencido, pues la Navidad llega al corazón de todo aquel que no retrocede. ¡Ánimo! Algo nuevo está por suceder. ¡Que Dios te de un Feliz Día y haga de tu vida una constante Navidad! Any Aular
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