La Viuda y La Bolsa de Harina

Una viuda pobre vivía sola en una pequeña ciudad. Cada mañana compraba un poco de trigo, luego lo molía en el puerto y regresaba a su casa. Allí  horneaba un pan para la mañana y un pan para la tarde. Una mañana, después de haber  horneado los panes, un hombre muy pobre le pidió algo de comer, aludiendo que no había comido en muchos días. La mujer sintió lastima por él, y le dio uno de los panes, quedándose sólo con un pan. Pocos minutos después, otro hombre pobre tocó a su puerta pidiendo comida. Suplicó y lloró tanto que la viuda terminó dándole el pan que le quedaba. Inmediatamente fue y compró,  con el resto de su dinero,  un poco más de trigo, y fue al puerto a molerlo. Pero, desafortunadamente, en su camino a la casa, un fuerte viento sopló y le arrebató la bolsita de harina, tirándola directamente al mar. Así pues, la viuda se quedó sin harina y sin chance de comer algo ese día. Triste, desconsolada y sin nada que comer, acudió al sabio del pueblo, que a todos aconsejaba. Ella le dijo al buen hombre: “Hoy ayude a dos hombres pobres, y vino el viento y me arrebató lo último que me quedaba, ¿Por qué Dios me hace esto?” Aún estaba ella hablando, cuando de pronto entraron cinco comerciantes a ofrecerle al sabio una jarra llena de monedas de oro.  El jefe de los comerciantes explicó que  ellos tenían un barco lleno de mercancía frente al puerto de la ciudad, y de pronto el barco pegó contra una roca y se abrió un  agujero, por donde comenzó a entrar agua, y estaban en peligro de hundirse. Así que empezaron a pedirle a Dios que los salvara, prometiendo que regalarían una jarra llena de monedas de oro para caridad, al sabio del pueblo. De pronto el agujero se tapó y el barco dejó de hacer agua. “Aquí estamos, entonces,  para cumplir nuestra promesa”. El sabio les preguntó: "¿Descubrieron como el agujero se tapo?" Ellos contestaron: "No, pero si usted quiere, podemos averiguar”. Pocos minutos después, el comerciante regresó y en su mano traía una bolsita, con una especie de pasta dentro, diciendo que ella había salvado el barco. El sabio preguntó a la viuda: "¿reconoces esa bolsita?" La viuda contestó: "¡Si!, esta es la bolsita de harina que el viento me arrebató,  y el agua ha hecho de la harina una pasta". El sabio dijo entonces a los comerciantes: "Den la jarra con el oro a la viuda, porque gracias a ella, ustedes se han salvado de ahogarse en el mar". Luego se volteó a la viuda y le dijo: "ahora sabes que gracias a tu amor y a  la caridad que has hecho, has recibido muchísimo más. Ya no tendrás que hornear más pan durante toda tu vida, y nada te faltará. Dios ha visto lo que las hecho y te ha recompensado".
Nada de lo que hacemos, bueno o malo, pasa desapercibido ante los ojos de Dios. Por eso debemos procurar hacer el bien a los demás. No nos cansemos de ayudar, de socorrer, de levantar al caído. Y cuando parezca que nuestros esfuerzos no valen la pena, recordemos esta historia. Aún nuestras tragedias están salvando a otros de hundirse. Tal vez nuestra ayuda es sólo una pequeña gota en medio del mar, pero recuerda que el mar no estaría completo sin esa gota. Así que no desmayes, recuerda que todo el que da recibe. ¡Que Dios te de un Feliz Día!      Any Aular

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