Mi Querido Venado Blanco
Estaba viviendo un momento muy duro. Fred, el maravilloso hombre que había sido mi esposo durante 50 años, ya no estaba conmigo, el cáncer de pulmón que le habían diagnosticado pocos meses antes, lo había arrebatado de mi lado. Una tarde, cuatro meses después, estando en el patio trasero de mi casa, tratando de limpiar un poco la maleza del jardín que mi marido y yo habíamos sembrado juntos, sentí un profundo pesar, puesto que Fred y yo acostumbrábamos a pasar mucho tiempo allí, arreglando y regando las plantas. Recuerdo que pensé: "¿Será posible que pueda arreglármelas sola de ahora en adelante? ¿Dios mío, dónde estás? Te necesito". De repente sentí una presencia detrás de mí, y volteé para ver de qué se trataba. Allí parado entre los pinos, mirándome fijamente, estaba un venado completamente blanco, con excepción de una pequeña mancha marrón en su frente. Era tan blanco como la nieve, y sorprendentemente, cuando traté de acercarme, no se movió, ni trató de huir, como generalmente lo hacen. Estaba asombrada. Seguí arreglando el jardín, y mientras lo hacía, el animalito tan sólo me miraba. Extrañamente, su presencia me llenaba de paz. Y en el momento en el que terminé, el venadito se fue, como si supiera. Cada tarde salía al jardín, y el llegaba al instante, y permanecía conmigo durante toda la jornada, retirándose cada vez que yo finalizaba y entraba a la casa. Con el pasar de los días me acostumbré a su presencia, y comencé a sentir que mi corazón herido empezaba a sanar, debido a la paz y la serenidad que este animalito me transmitía. Ya no me sentía tan sola, y ahora tenía una mayor certeza de que Dios nunca me había dejado. Todo esto me ayudó a confiar mucho más en que sí sería posible seguir adelante. Esto continuó durante dos meses seguidos, y luego, sin más explicación, el venadito dejo de venir. Pero ya mi corazón y mi alma habían recibido la suficiente fuerza para continuar. Recuerdo que pregunte a mis vecinos, y ellos me dijeron que ningún venado se había acercado tanto a sus jardines, nadie había visto a ninguno de estos animalitos, y menos tan cerca. Ahora sé que aquella hermosa criatura, me fue enviada por Dios, como un ángel, para socorrerme en mi momento de dolor y soledad. Aquel animalito había traído consigo un maravilloso mensaje de esperanza a mi vida, que aún continúa dentro de mí: "No estamos solos, ahora sé que Dios cuida de cada uno de nosotros, aun cuando el dolor que sentimos nos haga ciegos a su presencia".
Si estás viviendo un momento muy duro, y te sientes desolado. Si tu corazón ha perdido la esperanza y piensas que ya no puedes continuar, entonces piensa en esta hermosa historia, que nos recuerda que existe un poder mucho mayor que todos nosotros, que nunca nos desampara. Tan sólo no te rindas. No te des por vencido. Nunca pienses que tu vida se acabó y que todo terminó para ti, porque no es así. Levántate de las cenizas y demuéstrales a todos que eres un luchador. Recuerda que Dios bendice a quienes no se detienen, Él abre caminos en donde pareciera que sólo hay abismos. Sigue adelante y no desmayes, todavía queda mucho por recorrer y muchas bendiciones que recoger. ¡Que Dios te dé un Feliz Día! Any Aular
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