Milagro en el aire

Nací en una Pennsylvania rural, en donde también crecí, y jamás imaginé que terminaría casándome con un hombre, con el que viajaría y viviría en diferentes ciudades del mundo. Recién casados Frank y yo nos mudamos a Bad Kreuznach, en Alemania. Un año después, nació nuestro primer hijo. Tres años después, debíamos regresar a los Estados Unidos. Lo que me no me agradaba, era que tendría que viajar con el bebé, pues Frank estaría allí durante seis meses más. La noche antes del vuelo, mientras dormíamos, escuché el sonido de la puerta de nuestro cuarto. Yo me desperté, y vi a una persona parada en la puerta. Me froté los ojos y quedé helada, era mi abuela, que había muerto 15 años antes, “¿Abuela?”, dije. Mi abuela nació en Irlanda y siempre fue especial para mí. Miré a mi esposo, y él seguía dormido, y pensé que los nervios me estaban haciendo alucinar. Así que me cubrí con la sábana completamente. Entonces escuché pasos, y me dijo: “Dios está contigo, no temas, todo va a salir bien”. Lo siguiente que supe es que era de mañana. Así que rápidamente arreglé todo, y nos fuimos al aeropuerto. Nos montamos en el avión y éste alzó el vuelo. Ya en el aire comencé a sentirme tranquila. De repente, vi que unas llamas salían de los motores del ala derecha y sin decir nada, me asomé por la ventanilla izquierda, y para mi horror vi que lo mismo pasaba con los motores de ese lado. Se lo dije a la azafata y me pidió que no dijera nada mientras corría hacia la cabina del capitán. Me senté en mi puesto temblando, y pocos segundos después, escuchamos la voz del capitán diciendo que necesitaban realizar un aterrizaje forzoso. Nos pidió a todas que pusiéramos a nuestros hijos en nuestras piernas, y nos dobláramos. Sentí que íbamos a mucha velocidad. Entonces recordé las palabras de mi abuela, y caí en cuenta, que Dios me había enviado un ángel para fortalecerme. Así que comencé a repetir esas palabras hasta que de repente sentimos el impacto. Aterrizamos en medio del océano, y de inmediato del avión salieron varias balsas que se inflaron rápidamente. Las azafatas abrieron las puertas de emergencia y nos condujeron a ellas. Gracias al llamado del capitán, pocos minutos después, un barco nos recogió y nos llevó a todos, a salvo, a la costa más cercana. Entonces, una mujer que estaba a mi lado preguntó al capitán dónde estábamos, y él respondió: Estamos en la costa de Irlanda, en la ciudad de Shannon. La misma ciudad donde había nacido mi abuela. 
Ciertamente ésta experiencia tan maravillosa, tiene un mensaje. Un mensaje que habla de esperanza. Puede que, ahora mismo nuestro avión está en problemas, y sentimos que vamos en picada, pero hay un Dios en los cielos, que cuida de todos nosotros. Tan sólo, no nos rindamos, sigamos luchando, pues Dios bendice a todo aquel que no se da por vencido. ¡Que Dios te de un Feliz Día!    Any Aular

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