Un acto de bondad infantil
Un dulce momento entre dos niños pequeños ocurrió,
mientras estábamos sentados en la grama, en nuestro picnic acostumbrado, el
pasado domingo por la mañana en el parque de la ciudad. Un pequeño, que recién
había empezado a caminar, era el centro de atención de todos los que allí
estábamos. Iba y venía de los brazos de su madre, paseando por toda el área. De
pronto noté que su atención estaba fija en otro niño pequeño, probablemente de
cinco o seis años. Bueno, para ser exactos, su atención se fijó en el paquete
de bocadillos de frutas que el niño estaba comiendo. De pronto el pequeño se
aventuró, y caminando con pasos inestables llegó hasta el niño con los
bocadillos de fruta, cuya familia estaba muy cerca de nosotros. Este, tomó un
bocadillo y se lo entregó. Ambos sonreían mientras el más pequeño hacía
estallar la golosina en su boca y volvía a su mamá, y muchos de nosotros,
alrededor, sonreíamos también. Pero lo que me llamó la atención fue que el
jovencito con los bocadillos de frutas había regalado el último que le quedaba.
La bolsa estaba vacía. Una bondad tan pura y preciosa, trajo lágrimas a mis ojos mientras pensaba en
cómo los niños son a menudo los mejores maestros. Nuestra sociedad nunca ha
necesitado más la bondad que en estos momentos. No pude evitar pensar en lo
diferente que podría ser nuestro mundo, si estuviéramos dispuestos a poner a
los demás primero como ese niño con la bolsa de bocadillos de frutas. Vamos a
compartir, y tal vez podamos hacer más feliz a alguien hoy.
Esta historia tan sencilla, pone de manifiesto una
necesidad muy grande en nuestros tiempos. La humanidad está pasando por
momentos de odio, guerras y racismo, por causa de lo que creemos o pensamos.
Todos nos hemos vuelto tan insensibles, que a veces asusta. Ya no miramos por
el bien de nuestro prójimo, al menos no como solíamos hacerlo. Buscamos primero
el bienestar propio y el de los nuestros, y como resultado, el caos se ha ido
apoderando de los seres humanos. Pero esto que sucedió en aquel parque, me hace
pensar que todavía hay esperanza, pues si dos niños tan pequeños son capaces de
intercambiar amor, amistad y generosidad, entonces todavía podemos creer que
hay una salida. La solución está en cada uno de nosotros, en nuestras actitudes,
y en como miramos a quienes rodean, sin importar clase social, raza o religión.
Si somos capaces de regalar nuestro último
bocadillo de fruta, a alguien que ni siquiera conocemos, entonces no todo
está perdido. Reparte amor, y la alegría que esto trae embargará tu vida. ¡Que
Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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