La Sequía
Un domingo, estábamos en una iglesia rural ubicada en una zona de cosecha
de girasoles y maíz. Papá notó que la mayoría de las personas que estaban allí,
tenían el rostro triste. Luego de
preguntar qué era lo que pasaba, le dijeron que la cosecha, por segundo año
consecutivo, estaba perdida ya que hacía tres meses que no llovía. Resignados,
comenzarían esa semana a vender maquinarias y estructura para solventar los
gastos y poder pagar los préstamos bancarios. Inmediatamente mi papá pidió que
nadie se retirara y les planteó como alternativa, pedir y declarar la bendición de Dios en la
cosecha. Los rostros comenzaron a cambiar de tristes a incrédulos. -¿Podemos
ordenar al cielo que llueva?-, - Por supuesto que sí. – fue la respuesta –. Inmediatamente
pidió que nos tomáramos de las manos, y haciendo un círculo, empezamos a pedirle a Dios que lloviera y que
nos ayudara. Al terminar, una ancianita
exclamó: …Y gracias Dios por la lluvia que vamos a tener esta tarde. Nuevamente
nos saludamos y nos retiramos. Había que recorrer 30 kilómetros de tierra hasta
la ruta principal. En ese recorrido el cielo comenzó a cambiar. Pequeñas nubes
comenzaron a cubrir el cielo y empezó a
relampaguear. La cosecha de ese año no sólo les alcanzó para cubrir los gastos,
sino que muchos cancelaron las deudas de los años anteriores. Jamás voy a olvidar,
mirando por el vidrio trasero, como la lluvia caía, curiosamente, sólo sobre el
pueblo y sus campos, como si una mano gigante los estuviera regando en detalle.
Y una vez más,… ¡Gracias Dios por la lluvia!
Lo que pensamos y lo que decimos, juegan un papel clave para obtener lo
que más deseamos. No se trata solamente de plantearnos retos, o de querer
alcanzar un sueño, se trata, fundamentalmente, de mantener nuestra fe en lo más
alto, de mantener la esperanza y de estar dispuestos a no rendirnos ante las
dificultades que se presenten. Las verdaderas derrotas no se deben a que la
meta es inalcanzable; las verdaderas derrotas son aquellas que se suceden
dentro de nosotros mismos y que nos llevan a creer que ya no hay salida.
Estamos muy acostumbrados a quejarnos. Dejemos a un lado el temor. Volvamos a
intentarlo una y otra vez. Recordemos que la adversidad es nuestra mejor amiga,
porque ella nos señala la mejor manera de alcanzar lo que queremos, y que al
final, nos beneficiará muchísimo más. Las dificultades que experimentamos, no nos
dicen que “No se puede”, tan sólo señalan “Cómo se puede”. No perdamos la
esperanza de alcanzar algo mucho más grande y maravilloso de lo que aspiramos.
Digamos a una sola voz: “Gracias Dios por la lluvia”. ¡Que Dios te de un Feliz
Día! Any Aular
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