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Mostrando entradas de noviembre, 2015

Terapista del Alama

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Me encontraba en medio de un momento bastante difícil en mi vida. Había tenido que renunciar a mi trabajo por una tendinitis en mi pie derecho. Mi pie no mejoraba, por lo que ya se hablaba de una intervención quirúrgica. Así, pues, pasaba mi tiempo entre las visitas al médico y sentado en mi apartamento, viendo la televisión, y quejándome sin cesar. Un día mi terapeuta me recomendó ir a un grupo de apoyo que se reunía cerca de allí los domingos. Así que me animé a asistir. Llegué a las 4 y empezamos. Todos allí hablaron de cómo habían estado mejorando en diferentes clases de problemas. Al final de la reunión se pidió un voluntario que contara su historia. No sé que me pasó, pero me sentí conmovido y levanté la mano y comencé a contar todo lo que me estaba pasando. Todos allí me animaron y ofrecieron su apoyo y su ayuda. Para regresar estaba esperando un taxi, y una señora se acercó y me propuso compartirlo, por lo que acepté. Mientras el taxista manejaba, la mujer me comentó que era

Salvados en medio de la nada

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Mis cuatro hijos y yo, tres de ellos menores de seis y uno de trece años, comenzamos a empacar y guardar todas las cosas necesarias en nuestra camioneta. Vivíamos al oeste de Massachusetts y acostumbrábamos pasar el día de acción de gracias en casa de mis padres, en nueva York. Una semana antes, mi esposo me había dejado, y de ahora en adelante éramos solo mis pequeños y yo. Era la primera vez que hacíamos este viaje sin mi marido, por lo que creo que estaba un poco mejor. Sin darnos cuenta ya estábamos en la autopista. Todo iba saliendo bien, con las necesarias paradas, y ya como a las cuatro de la tarde habíamos pasado el Bronx de Nueva York, y estábamos en la I-95, la autopista que llevaba directo a casa de mis padres. Fue allí cuando de repente el motor se apagó y no quiso prender más. El miedo se apoderó de mí, pero no se lo demostré a mis hijos. ¿Y ahora que voy a hacer, Dios mío? ¿Cómo me sacarás de este apuro? Estábamos en medio de la nada. Y lo único que podía ver era u

La Perseverancia lo es todo

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Roberto Ríos, un joven de 20 años, paraguayo, no vio su situación económica, ni las dificultades que le ocasionaban el tener que trabajar para ayudar a sus padres,  como un obstáculo para estudiar una carrera. Hace ya casi un año fue protagonista de una fotografía tomada por su jefe que invadió  las redes sociales a nivel mundial. En dicha imagen se puede ver a Roberto estudiando para un examen durante su descanso laboral como obrero de una construcción el cual se considera un trabajo duro, sacrificado, y no muy bien recompensado. La historia de Roberto es una historia inspiradora de lucha y auto superación. Un joven de escasos recursos que trabajaba todas las mañanas como albañil y estudiaba por las tardes con el fin de mantener a sus padres y culminar sus estudios secundarios, de los cuales había perdido dos años, por la misma situación que atravesaban. Pero su máxima aspiración después de todo esto era estudiar en la universidad y convertirse en un exitoso arquitecto. Su jefe lo

Su Destino Era Vivir

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Lo más probable es que, si debemos saltar de un avión sin paracaídas, nos queden sólo unos segundos de vida. Sin embargo,  existen individuos que han sobrevivido a caídas monumentales  sin ser superhéroes o dibujos animados. El caso más extremo, que incluso fue registrado por el  Libro Guinness de los récords , fue el de  Vesna Vulovic , que sobrevivió a una caída de más de 10 km de altura, 10.160 metros. Aproximadamente a las 3 de la tarde del 26 de enero de 1972, un avión DC-9 de las Aerolíneas yugoslavas despegó de Copenhague con destino a Belgrado (a través de Zagreb) con 28 pasajeros y la tripulación. A una altura de unos 10 km, explotó una bomba en la sección de carga. Como consecuencia de la bomba el avión se desintegró y cayó en las montañas. En lo que debe ser una de las mayores historias de supervivencia de todos los tiempos, la azafata Vesna Vulovic sobrevivió a la caída sentada en la cola del avión. Con 22 años de edad Vulovic no debía ser, ni siquiera, quién debía vola