CHEYENNE Y PAPÁ

Papá era un hombre muy fuerte. Era un leñador muy conocido por su increíble agilidad y fuerza, y por los innumerables premios que había ganado. Pero a raíz de sufrir un  ataque al corazón padecía de una terrible depresión, así que mi esposo Dick y yo, decidimos traerlo a vivir con nosotros. Pero a pesar de eso su tristeza era notoria. Empezamos a pedirle a Dios que nos guiara para ayudarlo, que nos diera una salida. Fue entonces que nos hablaron acerca del bien que hacen las mascotas a las personas. Días después, me fui a la perrera municipal. Allí el encargado me mostró a varios perros, pero ninguno me llamaba la atención, hasta que llegamos a la última jaula, y fue entonces que un perro pointer se acercó a mí, me miró fijamente y me conquistó. Había llegado hacía dos semanas, según el encargado, y al día siguiente tenían que sacrificarlo  puesto que ya tenía el tiempo límite establecido. Era como si yo había llegado justo a tiempo para salvarlo, sin saber que al final este perrito terminaría ayudándonos a nosotros. Al llegar a casa papá no se mostró emocionado, pero lo primero que hizo el cachorrito fue  que caminó hacia  mi padre y al llegar frente a él se sentó sobre sus patas traseras y levantó su pata delantera derecha. Ambos se miraron, y mi papá comenzó a llorar. Se fundieron, entonces, en un enorme abrazo, y desde ese momento se hicieron inseparables. Papá lo llamó Cheyenne y durante los años siguientes, ambos hicieron innumerables amigos en todos sus incontables recorridos por la zona. Incluso iban a la iglesia juntos. Papá cambió completamente, y ahora irradiaba alegría. Una fría mañana, tres años después, Cheyenne entró a nuestro cuarto muy temprano, y nos sacó de la cama. Corrimos al cuarto de papá. El estaba en su cama, con una faz serena. Pero su espíritu se había ido silenciosamente en algún momento durante la noche. Dos días más tarde, mi dolor se hizo todavía más profundo cuando descubrí a Cheyenne tendido muerto junto a la cama de papá. Mientras Dick y yo lo enterrábamos cerca de su lugar favorito de pesca, le agradecí silenciosamente por la ayuda que me había dado para devolver a mi padre la paz y la tranquilidad.  Entonces me di cuenta, y el pasado cayó todo en su lugar, completando un rompecabezas que no había visto antes: La inesperada aparición de Cheyenne en el lugar de los perros para adopción. Su calmada aceptación y completa devoción a mi padre y la proximidad de sus muertes. Y de repente, comprendí. Me di cuenta que, ciertamente, Dios había contestado mis plegarias en busca de su ayuda.
Esta historia nos dice, que Dios se vale de cualquier cosa, de cualquier  persona, e incluso de cualquier animalito, para ayudarnos a salir de la oscuridad  de la tristeza, el enojo y la desesperanza, que llegan a nosotros cuando nos toca vivir momentos difíciles. Las pruebas no significan que todo se acabó para nosotros, ellas sólo dicen que debemos hacer un cambio de rumbo. Así que si estas experimentando dolor y desesperación por causa de un problema, no te desanimes. Dios no se ha olvidado de ti, y nunca lo hará. Sigue adelante, no te rindas, pues tarde  o temprano llegará a tu puerta un "ángel" que te ayudará a ver el sol otra vez, en medio de la tempestad. Tu vida está a punto de cambiar y recuerda que, si Dios borra algo en tu vida, es porque va a escribir cosas mejores. Sigue adelante y no desmayes. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular

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