Rescate En EL Río
Comenzaba el verano en Montana, la época perfecta para navegar por los rápidos y disfrutar de la pesca. Mi amigo Mike y su cuñada, Lagora, ambos nativos de Chicago, me habían pedido que los llevara a través del rio Clark Fork y les mostrara el área. Así que los tres acordamos en encontrarnos en el puente Petty Creek, que quedaba a 30 minutos de una zona llamada Missoula. Una vez allí, preparé el bote, lo llené con el equipo necesario para pescar, y emprendimos nuestra travesía. Me puse unas botas largas sobre mis jeans, cosa que no acostumbro, pero me confié del hecho de haber navegado muchísimas veces por la misma ruta, y honestamente no pensé que aquel día tuviéramos mayores problemas. Lagora tenía puestas también unas botas largas, por lo que por su seguridad le pedí que se las quitara. Me dediqué entonces a mostrarles el rio, describiéndoles todo lo que veíamos a nuestro paso. Nos detuvimos en un claro para comer algo, y como la temperatura estaba bajando, me coloqué un chaleco que cargaba, a pesar de que el cierre estaba defectuoso, y luego continuamos rumbo hacia los rápidos. Fue allí donde me di cuenta de que no había tomado suficiente precauciones. De pronto el bote se me salió de control y caímos todos al agua. Les indiqué a Mike y a su cuñada que nadaran hacia una roca cercana, y así lo hicieron, poniéndose así a salvo. En cambio yo me hundí en la profundidad del rio debido a mis botas. Pataleé muy fuerte hasta que pude alcanzar la superficie, y empecé a luchar para liberarme de las botas, hasta que lo logré. Pero estas tenían unas cuerdas que se enredaron en el cierre de mi chaleco, así que me volví a hundir. Cada vez se me hacia mas difícil salir a flote. El cuerpo se me entumeció y estaba tan adolorido que casi no podía maniobrar. Comencé a luchar por abrir aquel cierre, pero no lo lograba. Con mucha dificultad logré salir a la superficie nuevamente, pero ya no me quedaban fuerzas. De algún modo supe que había llegado mi fin. Entonces comencé a hundirme, pero de pronto vi debajo del agua un par de enormes ojos azules, que me miraban fijamente. Aquellos ojos estaban llenos de paz y amor. De pronto aquella paz llenó mi corazón y sentí que las fuerzas me invadían otra vez. Una luz muy blanca me rodeó y una energía me recorrió todo el cuerpo. Entonces volví a nadar hacia la superficie y, en un último intento, pude abrir el cierre y librarme del chaleco y las botas. Como pude nadé hacia la orilla y allí me desmayé. Todos me daban por muerto, pero Dios me había dado otra oportunidad, rescatándome de las profundidades. Ahora vivo con una actitud de agradecimiento, y sé que nunca estamos solos. Jimmy Edwards
Esta historia nos habla del amor de Dios. No importa cuán terrible sean las circunstancias que vives, siempre es posible encontrar una salida, tan solo debemos confiar. Aun cuando creas que todo está perdido, aun cuando sientas que estas solo en medio de la tormenta, recuerda que hay un Dios que te observa, y que cuida de ti, que tan solo espera que lo llames. No pierdas la esperanza, pues aun en medio de las profundidades de la prueba, la mano de Dios te alcanzará y te sacará a flote. Así que no te rindas, todavía faltan muchas bendiciones que recoger. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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