Un Ángel Toca La Puerta

Corría el mes de junio del año 1945, y hacía un mes que la segunda guerra mundial había terminado, pero aun reinaban el peligro y el hambre. Constantemente los soldados entraban a las casas y robaban comida, maltratando a quienes allí habitaban. Mamá y yo estábamos solas en casa, pues papá había salido meses antes, en busca de una mejor vida para los tres, con la promesa de que regresaría por nosotras. Cada día esperábamos con ansia su regreso, pero el temor a ser lastimadas nos perseguía minuto tras minuto. Vivíamos en constante temor,  pero siempre estábamos pidiéndole a Dios que nos auxiliara.  Cada vez que escuchábamos ruidos, cada una corría a un escondite dentro de la casa hasta que los soldados se iban. Pero igual de malo que el terror era el hambre. Muy pocas veces encontrábamos que comer y ya nos sentíamos muy débiles. Una mañana escuchamos unos golpes suaves en nuestra puerta, lo cual nos pareció muy extraño, por lo que mamá y yo nos aproximamos con mucho cuidado para ver quién era. Allí parada a la entrada, y cargando un enorme y pesado pan recién horneado, estaba una mujer menuda, que a nosotras nos pareció extranjera. Nunca la habíamos visto, por lo que le preguntamos dónde vivía, y ella nos dio el nombre de la calle. Nos dijo que había horneado ese pan especialmente para nosotras, porque sabía que estábamos pasando hambre. Estábamos muy agradecidas y prometimos visitarla en cuanto pudiéramos. Llevábamos una semana comiendo de él y decidimos ir a ver a aquella buena mujer. Buscamos la calle y nos sorprendimos al ver que allí no había ninguna casa. No entendíamos porque, y día tras día, nos preguntábamos cómo nos había localizado exactamente cuando ya no teníamos que comer. Días después, y cuando estábamos degustando los últimos pedazos, escuchamos el ruido de una camioneta estacionándose al frente. No lo podíamos creer, era papá. Había venido  con muchos comestibles y con un plan para empezar una nueva vida. Los tres nos fundimos en un cálido abrazo, agradeciendo a Dios por habernos reunido otra vez. Después de eso todo salió bien, y siempre recordaremos como, en medio de nuestra necesidad, Dios nos envió un ángel que nos salvó de morir.   Ingrid Hofer
No importa cuán oscuros sean los pronósticos o cuán difícil parezca lo que nos esté pasando, no debemos temer,  pues de algún lado llegará la ayuda. No debemos perder la esperanza, pues Dios siempre nos mostrará la luz y nos dará una salida.  Así que no te des por vencido y continua luchando. Espera un poco más y es muy seguro que veas el sol salir para ti. Cobra ánimo y sigue adelante. ¡Que Dios te de un Feliz Día!      Any Aular

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