Comenzando Otra Vez
Ocurrió el domingo 27 de
enero del 2013. Me sentía mal hacía varios meses y no sabíamos la causa. Así
que lo único que podíamos hacer era rogar a Dios. Y entonces llegó ese día
cuándo ya casi no podía respirar. Fui llevada por mi familia de emergencia a
una clínica, y allí notaron que las pulsaciones de mi corazón eran muy
frecuentes. Perdía el aliento al caminar. Entonces me llevaron a terapia
intensiva. Allí descubrieron que mi corazón era tan grande que no tenía espacio
suficiente para latir normalmente y proveer de oxígeno a todo mi cuerpo. Yo
estaba muy asustada pero clamando a Dios. Los médicos me examinaban
continuamente. Mis padres y mi familia estaban afuera, y ya habían avisado a la
iglesia. De repente cerca de las 9 de la noche,
comencé a sentir que me invadía mucha paz y mis ojos comenzaron a cerrarse.
Recuerdo que oí al médico decir: “¿Any qué pasa? ¿Que sientes?”. Yo le dije:
"Ya no siento nada... Adiós”. Él me dijo que no le dijera adiós, eso fue
lo último que escuché y de repente ya no estaba en mi cuerpo, sentía que
volaba, y pude ver desde el techo de terapia intensiva cómo los doctores
trataban de reanimarme y volverme a la vida.
Entonces una luz muy brillante se acercó a mí y me llevó fuera de la
sala de terapia. Yo sentía una felicidad inmensa, y no tenía dolor, pero entonces vi a mis padres con lágrimas en
sus ojos, orando por mí. Cuando los vi,
sentí el peso de su tristeza, y entonces me volví hacia la luz y le dije:
“Dios, por favor, devuélveme la vida por ellos, y te prometo que siempre te serviré”. Al
decir éstas palabras, aquella luz hermosísima, me llevó de vuelta a la sala, y volví
a la vida. El doctor tenía lágrimas en
sus ojos. Con sólo volver a la vida comencé a ver las cosas en forma diferente,
todos y todo me parecía hermoso, y lo que antes me preocupaba me parecía tan
superfluo, porque lo mas importante era que estaba viva, "Estamos vivos, y eso es lo que importa". Pero mi
corazón seguía enfermo, por lo cual fui puesta en una lista para trasplante, pues
así como estaba, no duraría mucho. Me
dieron de alta, a pesar de mi condición,
y en casa vivía conectada a la máquina de oxígeno, cada movimiento era en extremo difícil para mí.
Pero todos seguíamos orando... ¿Y saben qué?
De repente comencé a sentirme mejor,
ya casi no me cansaba, y deje la
máquina de oxígeno. Tiempo después los
médicos me enviaron a Caracas, para que
me realizaran un examen especializado. Después de ser sometida a ese
examen, solo nos quedaba esperar los
resultados. Finalmente, en mi ciudad, la especialista, solo atinó a decir:
"Esto es un milagro. Este corazón no es el mismo que tenías en terapia
intensiva. Es un corazón nuevo”. Esto me ayudó a ver mi vida desde otra
perspectiva. No sólo a creer que en verdad Dios responde una oración, sino
también a tratar de ver mis situaciones desde otro ángulo. Cuando me asalta
la preocupación recuerdo ésta
experiencia y digo: "Estoy viva". Tú estás vivo, agradécele a Dios, pues todo es posible si
acudes a Él. ¡Que Dios te de un Feliz Día!
Any Aular
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