Corriendo A Ciegas
Estaba corriendo a ciegas en la media maratón del fin de semana. Todo lo que podía ver eran manchas de colores, y muy de vez en cuando, el color gris del asfalto de la carretera por la que íbamos transitando, debido a un problema que tenía en mis ojos. Había perdido a mi compañero guía, que hasta entonces se había mantenido a mi lado para guiarme, y por eso estaba aterrada. Seguro se había perdido en la confusión de la multitud. Me conocía el camino de memoria, pues lo había recorrido muchas veces, cuando estaba practicando, y además mis otros sentidos estaban mucho más desarrollados, debido a mis problemas con la vista, lo cual me ayudaba, incluso, al ejercer mi trabajo como masajista en un spa. Pero estaba muy nerviosa, pues sabía que pronto entraríamos al túnel, que estaba justo antes de la línea de meta. Yo sabía, que sin la luz del sol, no podría siquiera ver los visos de colores y formas, y que lo más probable es que cayera lastimándome, y lastimando a alguien más. Así que pedí a Dios su ayuda, y con toda la pena del mundo, pedí a la corredora de al lado, si podía ser mi guía durante mi paso por el túnel, y le expliqué rápidamente mi situación. Pensé que se negaría, pensando que yo sólo quería aprovecharme de ella para adelantarme después, pero para mi sorpresa me ofreció su brazo, y juntas, hombro con hombro, me llevó a través de la oscuridad hasta que alcanzamos la luz del día otra vez. Ella, al notar que yo estaba nerviosa, me tranquilizó con una breve charla. Me dijo que se llamaba Caroline, y que era una corredora de maratón experimentada. Al llegar a la meta, le di las gracias, pero no me parecía suficiente. Caroline me dijo que yo no necesitaba hacer nada más por ella. De todas formas yo no sentía lo mismo. El martes, cuando regresé a mi trabajo, en el spa, Caroline, seguía en mi mente, y yo seguía preguntándole a Dios cómo podría agradecerle. La paciente que me tocó, era una señora de edad avanzada, con dolores de espalda. Así que comencé a masajearla. Mientras hacía mi trabajo comenzamos a conversar, y ella me preguntó por mis hobbies. Yo le conté que había corrido la media maratón el fin de semana. Entonces, para mi sorpresa, ella me dijo que tenía una hija llamada Caroline que también había corrido allí y que siempre lo hacía. No lo podía creer. Dios había respondido mi oración. Así que le di a la señora un masaje extra muy especial, sin cobro alguno. Verdaderamente todo lo que damos, eso lo recibiremos en alguna otra forma. ¡Gracias Caroline! ¡Gracias Dios! Ann Ramos
Esta historia nos enseña que todo lo que hacemos en esta vida, también nos será retribuido, de una u otra forma y de acuerdo a lo que hagamos en nuestro día a día. “Da y recibirás….” Palabras muy ciertas y que se cumplen al pie de la letra. Así que es mejor que nos dediquemos a sembrar amor, paz y reconciliación. Tratemos de ser la mejor versión de nosotros mismos cada día, y la bendición de Dios nunca se apartará de nosotros, ni de nuestra familia. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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