Una Señal Desde Lo Alto

El avión que piloteaba mi marido, dando entrenamiento de paracaidismo, acababa de aterrizar. Como era usual, comenzó a chequearlo todo. Todo estaba en orden, a excepción de algo extraño dejado en uno de los asientos: era una cruz tejida. Preguntó, pero no pertenecía a ninguno de la tripulación. Así que Jeff decidió traerla a casa para mí, pensando que tal vez eso me animaría un poco. Tenía cinco meses de embarazo de nuestra primera hija Aurora, cuando, con mucha tristeza, habíamos tenido que dejar nuestra casa en West Virginia, y mudarnos a un apartamento de dos habitaciones, cerca de la base donde habían trasladado a Jeff en Tacoma, Washington. Yo estaba teniendo problemas para adaptarme a esta nueva ciudad, puesto que ahora vivía a miles de kilómetros de distancia de nuestros amigos y familiares, y los extrañaba mucho, en especial con un bebé en camino. Rara vez salía del apartamento, y para no perder la cordura, me refugiaba en Dios, hablando con Él todo el tiempo. Pero en el momento en el que  Jeff me dio esa cruz, tuve una fuerte sensación de que estaba destinada para otra persona. Oía una voz dentro de mí que me decía, con insistencia, una y otra vez: “Dásela a la mujer que vive en el apartamento al otro lado del pasillo, ella lo necesita en este momento”. A mí me parecía una locura, pues no la conocía. “¿Qué le iba a decir?”, pensaba yo. Pasé toda la noche debatiendo, y casi ni dormí. Pero por la mañana decidí que tenía que seguir esa voz en mi interior, aunque eso significara pasar una gran vergüenza. Al momento de llevar la cruz, mi vecina no estaba en casa, así que le escribí una carta, coloqué la cruz dentro del sobre, y lo deslicé por debajo de la puerta. Pasaron varias semanas y no hubo respuesta. Entonces, un día, mi vecina se presentó en mi puerta con su pequeña hija, preguntándome si quería ir al parque. "¡Claro!", Le dije. Extendimos una manta en la hierba y nos sentamos. "Discúlpeme por no haberle respondido mucho antes por el regalo que me hizo" dijo mi vecina. "Está bien, no se preocupe”, le dije. Entonces me contó que un tiempo atrás le habían diagnosticado cáncer en los ovarios, y que a pesar de estar en tratamiento, estaba muy asustada. "Lo siento mucho", le dije. "Está bien”, me dijo ella sonriendo. "Sabes, yo estaba pidiendo a Dios por una señal Suya, que me asegurara mi sanidad y entonces recibí la cruz. Hoy me enteré de que estoy completamente curada. ¡Estoy libre de cáncer!". Qué alegría sentí de haberme dejado guiar por la voz de Dios. Realmente Dios cuida de todos nosotros. Diane Wallace
Esta historia deja muy en claro el amor de Dios por todos nosotros. Si tan sólo habláramos con Él, veríamos muchos cambios a nuestro alrededor. Pues ya no se trata de religión, se trata de una relación directa de Dios con nosotros. Recuerda que el sólo quiere acercarse a ti y a mí, y hacernos felices. No desmayes, cualquiera sea la situación que estás viviendo, muy pronto verás la luz y las sombras desaparecerán. ¡Que Dios te de un Feliz Día!   Any Aular

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