Dios Nunca Nos Abandona
Al llegar a casa del trabajo, tomé todos los sobres
del buzón del correo, que estaba frente a nuestra casa, y entré para leérselos
a mi marido. Bob había quedado ciego a causa de la diabetes, y ahora parecía
que la gran cantidad de cuentas que encontré al llegar a nuestro hogar nos
estaban quitando más que nuestra salud. Estábamos completamente endeudados.
Cada sobre que abría era sobre una cuenta nueva que pagar. Continuamente le
pedíamos a Dios por su ayuda, pero no veíamos respuesta. Mi esposo Bob había realizado un buen trabajo
como vendedor ambulante de prendas de vestir y ropa de estilo oriental a muchas
de las tiendas de nueve estados del sureste de los Estados Unidos. Pero
entonces comenzaron sus problemas de salud. Comenzó a sufrir de insuficiencia
cardíaca congestiva, por lo que fue sometido a operaciones de corazón abierto,
en las cuales le practicaron cinco derivaciones. Y luego, la diabetes afectó su
vista dejándolo ciego, lo cual le obligó
a retirarse. Mi sueldo como secretaria no era suficiente como para cubrir los
más de 400 dólares en medicamentos que Bob necesitaba cada mes, mucho menos
para alimentos, seguros, pagos de hipoteca, reparación de automóviles y los
gastos de la crianza de nuestros dos hijos. Habíamos gastado hasta lo último de
nuestros ahorros. Nuestra única opción parecía ser la de sacar una segunda
hipoteca. Ya había hecho varias visitas al agente encargado y a nuestro
abogado, y el papeleo se estaba elaborando. Pero esa solución nos traería más
problemas. Mientras que el dinero cubriría nuestras cuentas por el momento,
nuestro pago mensual de la hipoteca se elevaría, y eso aumentaría nuestra deuda mucho más a largo plazo. Estaba
muy asustada. De repente vi un sobre muy diferente a los demás. Tenía una
dirección de Florida que no reconocí. Abrí el sobre y saqué la carta. Un trozo
de papel se deslizó y lo levanté. ¡Era
un cheque! La carta explicaba que era el dinero que restaba en la cuenta
bancaria de mi madre. Ella había fallecido más de un año antes. Llamé al agente
de hipotecas y cancelé mi cita. Ya no había necesidad. El cheque estaba hecho
por la cantidad exacta de todas nuestras deudas y cubría completamente las dos
hipotecas. Verdaderamente Dios nunca nos abandona. Diane Womble
Es maravillosa la manera en que Dios puede cambiar el
viento a nuestro favor, aún inclusive, en el último instante, cuando tenemos el
agua al cuello. Lo importante en el
transcurso de nuestras vidas es no dejar el timón del barco. No permitamos que
el desánimo o la desesperación por lo
que nos está sucediendo nos hagan renunciar. Aunque todo se vea negro y
cubierto de nubes, sabemos que éstas son pasajeras, pero que el sol permanece
allí, firme y brillando. Permanezcamos firmes, y lo más importante, unidos, y
nada nos logrará vencer. Recuerda que Dios bendice al que persevera. Así que no
pierdas las ganas de vivir. Tu vida no ha terminado. Levántate, tómate de la
mano de Dios, porque te queda mucho que recorrer. ¡Que Dios te de un Feliz
Día! Any Aular
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