El Aroma Del Amor

La medida del amor es amar sin medida.
Esta historia trata de un descomunal gesto de amor. Esta es una demostración de amor muy emotiva: la de un japonés que ha cultivado un inmenso jardín de flores para que su esposa invidente pudiese olerlas. Esto sucedió en Japón, concretamente hasta Shintomi, en la prefectura de Miyazaki. Allí es donde viven el señor y la señora Kuroki, dos granjeros de avanzada edad, rodeados de un océano de flores rosadas que atrae a más de 7.000 visitantes cada año. No es un espacio público, sino el jardín de su domicilio particular. Una preciosa alfombra que el señor Kuroki decidió elaborar cuando la ceguera, además de robar la vista a su esposa, le dejó también sin sonrisa. La historia comienza en 1956, cuando la pareja recién casada decidió trasladarse a ese hogar. Tuvieron dos hijos y vivieron felices durante varios años, hasta que la salud de la señora Kuroki se deterioró. Debido a la diabetes, los problemas de la vista se agravaron, hasta dejarla completamente ciega. Fue un durísimo golpe para toda la familia. La señora, deprimida, se recluyó en el interior de su casa, negándose a salir más allá de lo estrictamente necesario. El señor Kuroki no podía soportar ver el sufrimiento de su amada y comenzó a cavilar, buscando maneras de animarla. Fue así como apareció en su mente uno de los regalos que todo enamorado ha hecho alguna vez: flores. Pero Kuroki sabía que no bastaría un ramo. Necesitaría muchas, muchísimas flores. Así fue como Kuroki empezó a plantar semillas de ‘shibazakura’, una especie marcadamente aromática. Pronto comprobó que el olor de las flores atraía a su esposa hacia el exterior y se afanó en su tarea: no paró de trabajar durante dos años, hasta cubrir totalmente su jardín. Y así es como ha logrado sacar de la depresión y del encierro al amor de su vida, y ha logrado devolver la sonrisa a diario a su amada. La felicidad volvió a inundar el hogar a pesar de la tragedia, por dejar fluir el amor.
El amor va más allá de todo lo que vemos, y tiene más poder que un arma, o que la medicina, o cualquier mal pronóstico, o triste realidad. El amor es Dios mismo. Tan sólo dejémoslo fluir, y los cambios se harán evidentes casi de inmediato. No perdamos jamás la oportunidad de  demostrar cuánto nos importan quienes nos rodean. Sin importar lo difícil de lo que estemos viviendo, ofrezcamos lo mejor de nosotros mismos, y haremos de este mundo un lugar mejor para vivir. ¡Que Dios te de un Feliz Día!          Any Aular

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