Todos Tenemos Aflicciones
Aunque
estuve un poco quebrantado de salud, gracias a Dios ya puedo decir que me
siento bien. Todo esto me sobrevino después de reiniciar mis
caminatas, las cuales tenía abandonadas desde hace algún tiempo, resultó que se me hincharon los pies. Me
vieron muchos médicos y me ordenaron muchos exámenes pero no acertaban, hasta que alguien me indicó que me
viera con el Dr. Chanchamire, un reconocido cirujano vascular quien al parecer
acertó.
La
secretaria llega a la 1 pm y el doctor
comienza su labor a las 2 pm. A pesar de haber llegado a la consulta a eso de
las 11 de la mañana, y que era el cuarto paciente en la lista, ese día salí a
las 11 de la noche de la consulta, con los pies que apenas me cabían en los
zapatos que eran bien amplios.
¿Cómo
pudo suceder esto? Porque en la espera la cola se fue agrandando y cuando llegó
el doctor, la secretaria comenzó a pasar personas de otras ciudades, con
emergencias o que habían pedido una cita. Luego llegaron los visitadores
médicos tanto hombres como mujeres y la espera se nos fue alargando. Cuando
quedábamos pocos pacientes, vimos a una muchacha joven, muy bonita un poco
retraída, pero acercándose poco a poco a la puerta. Unos pensábamos que iba a
entrar violando las reglas y otros decían que era visitador médico, hasta que
alguien le preguntó y ella nos contó su
caso:
Tengo
una enfermedad grave. Por cualquier emoción o esfuerzo se me inflama como un
globo una arteria del cuello, y si esta
explotara moriría instantáneamente. Yo lo sé, y vine sola a la consulta porque
mi mamá quedo cuidando mis dos hijas. Todos quedamos estupefactos,
sorprendidos. Nos solidarizamos con ella, y le manifestamos que lo justo era
que ella hubiese sido la primera en pasar. El médico la atendió y la llevo a
emergencia después de haberla inyectado en el mismo cuello.
Ante
este drama comprendí lo que una anciana
amiga me dijo con voz pausada y característica de su edad, en una de esas
tardes que he ido a visitarla para conversar disfrutando con ella de un buen
café. Hijo uno debe darle gracias a Dios por lo bueno y por lo malo que le pase,
porque todos tenemos aflicciones. J.
González
No eres el único que está viviendo un problema de salud, o una crisis familiar, de pareja o económica. Frecuentemente nos
quejamos por lo que nos está pasando. Ésta historia verídica nos enseña que
dejemos la autocompasión a un lado, y por un momento miremos a nuestro
alrededor, a nuestros semejantes. Cada vida es una historia llena de
dramas, alegrías y dolores. Así que
dejemos la queja y no nos demos por vencidos. Busquemos siempre apoyo y no nos
olvidemos de pedir a Dios para que nos ayude a levantarnos a pesar de la
tormenta. Que Dios te de un Feliz Día!
Any Aular
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