El sueño que me dió esperanza

Tenía 34 años y sentía que mi vida no iba a ninguna parte. La salud de mi madre estaba fallando. Mi trabajo como secretaria no estaba funcionando. Y estaba a punto de divorciarme. Hablé con Dios, pero no pude obtener una respuesta clara. Por primera vez en mi vida, las dudas me abrumaron. Busqué la ayuda de un consejero, pero sólo empeoró las cosas.  Me preguntaba si la única manera de acabar con el dolor que me embargaba era terminando conmigo misma. Aquella noche, sola en mi dormitorio, hice una última súplica: "Dios, ayúdame". Al quedarme dormida comencé a soñar que flotaba en una piscina de aguas muy claras. Yo siempre había sentido miedo del agua, ni siquiera sabía nadar. Esta piscina, sin embargo, era diferente. De alguna forma sabía que no corría peligro de ahogarme. Flotando allí, cerré los ojos y me dí cuenta de que no sentía tensión en mi cuerpo. No tenía miedo. Yo era finalmente feliz. Completamente en paz. La luz del sol me despertó. Me senté en la cama y por primera vez en meses, me sentí llena de energía y felicidad, como si una niebla se hubiera ido de mi vida. Estaba en paz. Como en el sueño. ¿Fue el sueño una respuesta? ¿Significaba que mis días oscuros habían terminado? La imagen de esa agua clara estaba todavía en mi mente cuando me puse a trabajar. Entonces una compañera de trabajo, Kris, me detuvo. "Tricia, ¿Puedo hablar contigo?”. No la conocía muy bien, pero accedí. "Anoche tuve un sueño contigo", dijo Kris. “En el sueño estabas muy cansada y te encontrabas en el suelo. Entonces aparecieron dos hombres de blanco. -Vamos a ayudarla -dijeron. Te pusieron en una camilla y te llevaron. La escena cambió y los hombres te sacaron de la camilla y te bajaron a una pequeña piscina. El agua era muy cristalina. Cuando tocaste la superficie, volviste a la vida. Comenzaste a jugar en el agua, y luego a flotar en ella. Quería acompañarte. Pero yo no podía, pues era sólo para ti”. Quedé asombrada. No había forma de que Kris supiera mi sueño. Ahora sé que Dios jamás nos abandona. Patricia Small
Esta historia tan hermosa nos recuerda, una vez más, que no estamos solos. No importa cuántas cosas te estén sucediendo al mismo tiempo, haciéndote sentir al borde del abismo. Tampoco importa si nuestro barco está a punto de naufragar, y corremos el peligro de perder todo por lo que hemos luchado la vida entera. Es posible sentir paz y vivir confiados en medio de la tormenta, cuando nuestro corazón, está confiado en Dios. Solo tienes que hablar con Él, y ten por seguro que no te defraudará. ¡Que Dios te de un Feliz Día!     Any Aular

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