EL HOMBRE QUE TENÍA MUCHO

Esta es la historia de una humilde familia que vivía en una casa muy pequeña. Una noche se sentaron juntos para cenar y alguien tocó la puerta. El padre se acercó a abrir. Ahí estaba un ancianito con ropa desgarrada, pantalones rotos y sin botones. Cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Ellos aceptaron porque querían que se fuera rápido. Con el paso del tiempo, la familia y el ancianito se hicieron amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Pronto se enteraron de que estaba casi ciego porque tenía cataratas en los ojos. Pero era tan amigable que aprendieron a esperar ansiosamente sus visitas y a disfrutar de su compañía. Un día, mientras entregaba las verduras, dijo: - ¡Ayer tuve la más grande bendición! Encontré una canasta de ropa afuera de mi casa que alguien me dejó. La familia, sabiendo que él necesitaba ropa, dijo: -¡Qué maravilloso! El ancianito, dijo: - La parte más maravillosa es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa, por eso la traje conmigo.
Que hermosa historia de amor. Recuerda que no eres rico por lo mucho que tienes, sino por lo mucho que das. Tu valor se mide por tu grado de entrega a las personas, por tu forma de actuar y de proceder. Sólo detengámonos un momento a pensar: ¿Qué estoy aportando a la sociedad en donde vivo, a mis amigos, vecinos, a mi familia, día tras día? ¿Me conformo sólo con hacer mi trabajo y mis quehaceres diarios? Tratemos de enriquecer nuestra vida y darle color a nuestra existencia. Emplea el tiempo que puedas en hacer feliz a otros. Toma la canasta de ropa que te ha regalado Dios, y comparte con los demás tus bendiciones. ¡Que Dios te de un Feliz Día!       Any Aular

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