Algo Que Agradecer

Este año la Navidad iba a ser tan diferente para nosotros. Me sentía triste y desanimada, mi madre estaba en el Hospital y no estaba mejorando, y nuestros dos hijos estaban viviendo en otro estado, muy lejos de nosotros, por lo que se les hacía imposible viajar para esa fecha. Solo estaríamos mi esposo y yo para compartir la cena de Navidad, así que no sentía deseos de hacer ninguna comida especial. Mientras estaba en el supermercado, pensando en todo esto, me sentía miserable, sentía que no tenía nada que agradecer este año, nada que celebrar. Cuando estaba en la caja lista para pagar, vi a una mujer muy amable, que atendía a la pareja delante de mí, pues era la encargada de colocar los alimentos en las bolsas. Cuando llegó mi turno, aquella amable dama sostuvo una conversación conmigo, preguntándome sobre mi comida favorita en Navidad. Sorpresivamente comenzó a nombrar mis platos favoritos, los que generalmente preparaba para celebrar junto con mi familia. Le expliqué que desafortunadamente ese año no iba a cocinar nada de eso, y empecé a contarle todo lo que me entristecía, mi madre enferma, mis hijos tan lejos. Aquella mujer me abrazó y me dijo que todo iba a salir bien, y que siempre había algo que agradecer, luego me tomó por un brazo y me llevo a una oficina. Allí sobre una mesa y dentro de unos recipientes, ella tenía toda una cena navideña preparada y envasada. Era exactamente todo lo que yo acostumbraba preparar. No lo podía creer. Mis lágrimas empezaron a correr sin control. Ella dijo que quería regalármelo y que disfrutara de cada momento con mi esposo. Me abrazó y me deseo una Feliz Navidad. Cuando llegue a casa, entré corriendo con la comida en mis manos, y le conté emocionada a mi esposo todo lo que había pasado. Esa noche, agradecimos a Dios por la bondad de los extraños, y por recordarnos que siempre hay algo por lo cual estar feliz. Unos días después fui al mismo supermercado para agradecer a aquella mujer su bondad, pero no la encontré. Volví, día tras día, mañana y noche, pero nunca la veía, pregunte a todos y nadie parecía conocerla. Así que decidí preguntarle al gerente, se la describí, pero él me dijo que no conocía a nadie con esas características, y que esa mujer nunca había trabajado allí. No lo podía creer. Me di cuenta entonces de que Dios me había enviado un ángel aquel día de Navidad. Mi corazón se lleno de gozo y me di cuenta de que en realidad no estamos solos, y que Dios nunca nos abandona en medio de nuestra tempestad.
Tal vez en este momento de tu vida te sientas desanimado. Tal vez las cosas no han resultado ser como esperabas, y tus ánimos están por el suelo. Es probable que estés a punto de darte por vencido y crees que ya no hay salida. Pues te equivocas,  todavía hay una solución para ti,  tan solo deposita tu confianza en Dios. Esta navidad, mientras compartas con tu familia o algún amigo, recuerda que nuestra victoria no depende de nuestras posibilidades, depende del poder que está en Dios,  y su poder es ilimitado. Anímate y sonríe, algo hermoso esta por sucederte, tan solo no abandones la batalla. Recuerda que Dios bendice a los que no se dan por vencidos. ¡Que Dios te de un Feliz Día y una Feliz Navidad!       Any Aular
¡Siempre habrá un motivo por el cual agradecer a Dios...!

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