El ejecutivo y el anciano
Algunos dicen que
la siguiente historia es verdadera, y aunque no lo sabemos a ciencia cierta, el
mensaje que nos deja es tan claro y real, que sólo podemos aprender y aplicarlo
en nuestra propia vida. Un
hombre de negocios estaba lleno de deudas y muy desesperado porque no lograba
encontrar ninguna solución. Sus
acreedores estaban sobre él, el teléfono no paraba de sonar con demandas
por pagos que no podía hacer. Un día, se fue a un parque y se sentó en una
banca preguntándose si valía la pena vivir así, o si lo que debía hacer era
darse por vencido y declararse en bancarrota. Fue entonces cuando un anciano con una cara
amigable caminó hacia él. “¿Te sucede algo, verdad?”, preguntó él. El hombre de
negocios en su desesperación, le contó al anciano todos sus problemas. “Creo
que puedo ayudarte”, dijo el anciano, buscó entre sus bolsillos y sacó la
chequera. Le preguntó al hombre su nombre, lo escribió en un cheque, y lo puso
en su mano. “Toma el dinero y encuéntrame aquí en un año, a partir de hoy, aquí
podrás regresarme el dinero. Y soy el dueño de esas torres que puedes ver allí”.
El anciano se dio la vuelta y desapareció tan rápido como apareció. El hombre
de negocios vio en sus manos un cheque por un millón de dólares, firmado por quien
era en ese entonces, uno de los hombres más ricos del mundo. “Mis problemas se
terminaron”, lloró aliviado el hombre. “Puedo pagar mis deudas”. Se mantuvo
diciéndose a sí mismo que debería usar el cheque, pero en lugar de eso, decidió
guardarlo en un lugar seguro y tratar de resolver sus problemas económicos por
su propia cuenta. El hecho de saber que podría usar el cheque en cualquier
momento, le daba una gran determinación para encontrar la forma de salvar su
negocio. Con un optimismo renovado, el ejecutivo negoció tratos de una mejor
manera y extendió los términos de pago. Además logró varias ventas muy grandes.
Después de algunos meses, se encontraba libre de deudas y haciendo dinero
nuevamente. Exactamente un año después, el volvió al parque con el cheque
intacto. Se sentó a esperar, pero el anciano no apareció. Espero lo que él
consideró un tiempo prudente, y se dirigió a las oficinas de recepción de las
torres. Pidió que le permitieran hablar con aquel anciano, dio su nombre, lo
describió lo mejor que pudo, pero todos le decían lo mismo: Nunca habían visto
ese anciano… Ni existía tal cuenta bancaria…
Esta historia nos enseña una gran verdad, no es el dinero el que va a
arreglar nuestros problemas, es nuestra actitud y una determinación positiva,
las que logran el cambio en cada uno de nosotros. Todos podemos regalar un
cheque hoy. Repartamos cheques de ánimo, de aliento, de alegría, de sonrisas.
Inundemos nuestro lugar de trabajo y nuestro hogar, y el lugar donde vivimos con
esos cheques y cambiaremos vidas, incluyendo la nuestra. No te des por vencido,
tómate de la mano de Dios y vencerás. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any
Aular
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