La Notita
Hubo una época en mi vida en la que solía viajar con cierta
regularidad. Aprovechaba los viajes de capacitación de mi esposo para, ni corta
ni perezosa, unírmele y aprovechar la salidita.
Cada vez que mi esposo salía a algún lugar, al que yo no
pudiera acompañarle, le incluía una notita de aprecio y de ánimo. En cierta
ocasión, se la escondí en un zapato. Al día siguiente, al calzarse el mismo, él
notó que aquel zapato no se sentía igual que el otro, por lo que, en medio de
la reunión en que se encontraba, se quitó el zapato y, discretamente, se fijó
en el interior del mismo.
Al hallar el papelito, lo sacó y, al leer su contenido, no
pudo ocultar una sonrisa y el sentirse especial el resto del día.
Esta práctica de dejarnos notas se volvió común en nuestra
familia. En una ocasión en la que viajábamos mi esposo y yo, les escribimos
sendas notitas a nuestros dos hijos diciéndoles que les amábamos y que
esperábamos que se comportaran bien con su abuela, quien quedaba encargada de
ellos durante nuestro viaje.
La mañana que salimos de viaje, colocamos las notitas en sus
mesitas de noche, junto a sus camas, mientras aun dormían. Al mayor de los dos
(de 10 años), le escribimos "Hijo de mi alma", mientras que al menor
(de tan sólo 7), "Hijo de mi vida".
Estábamos convencidos de que no habíamos discriminado en
contra de ninguno y que ambos comprenderían que les amábamos por igual.
Cual fue nuestra sorpresa cuando, al volver del viaje, el
más pequeño de los dos, se me acercó en privado, y muy serio, para reclamarme.
Me preguntó por qué me había referido a él como "Hijo de mi vida".
El habría querido que me hubiese referido a él como
"Hijo de mi alma". Un tanto asombrada por la inquietud del pequeñín, le
pregunté por qué creía que había alguna diferencia entre ambas frases.
El contestó: "Mamá, acaso no ves que la vida se acaba y
el alma no".
Anita Irigoyen
Debemos ser atentos con quienes nos aman y cuidar
de los detalles. Tratemos de ser cuidadosos con lo que hacemos por los demás y
esforcémonos por hacer sentir especiales a quienes nos rodean. Hagamos de esto
una práctica. Nada nos cuesta decirle a alguien cuanto lo amamos, ni cuanto nos
hace falta. Nada nos cuesta participarle a alguien lo mucho que lo extrañaremos
durante nuestra ausencia o lo especial que es. Tratemos a los demás como nos
gustaría que nos trataran a nosotros. Seamos especiales para con quienes están
cerca de nosotros y de seguro nos sentiremos especiales. ¡Que Dios te de un
Feliz Día! Any Aular
(any.aular@hotmail.com)
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