El pigmeo y el gigante
Cuentan
de un gigante que se disponía a atravesar un río profundo y de aguas muy
oscuras y se encontró en la orilla con un pigmeo que no sabía nadar y no podía
atravesar el río por su profundidad.
El
gigante lo cargó sobre sus hombros y se metió en el agua. Se sentía el peligro
en el ambiente. Hacia la mitad de la travesía, el pigmeo, que sobresalía casi
medio metro por encima de la cabeza del gigante, alcanzó a ver, sigilosamente
apostados tras la vegetación de la otra orilla, a unos hombres armados que
esperaban que se acercara el gigante. El pigmeo avisó al gigante. Este se
detuvo, dio media vuelta y comenzó a deshacer la travesía. En aquel momento, un
disparo desde la otra orilla se hundió en el agua cerca del gigante, pero sin lograr
su objetivo.
Así
ocurrió con todos los disparos que les hicieron, mientras ambos –gigante y
pigmeo- ganaban la orilla, sanos y salvos. El gigante dio las gracias al
pigmeo; pero éste le replicó: “Si no me hubiese apoyado en ti, no habría podido ver más
lejos que tú”.
La ayuda mutua multiplica las
oportunidades y las fuerzas. Debemos apoyarnos en los demás para salir más
rápido de cualquier apuro. Bien dice el proverbio: “… ay del solo que cuando
cayere, no habrá segundo que lo levante”. Cultivemos las relaciones las
relaciones de amistad y compañerismo. Es muy probable también que recibamos
ayuda de aquel a quien tendemos la mano. Ofrezcamos también nuestra ayuda, pues
haciendo esto viviremos felices. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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