DEJA ENTRAR LA LUZ
Cierto día me pidieron
que visitara a una mujer internada en un hospital para enfermos mentales. Su
esposo ayudaba a unos jóvenes de mala conducta en aquel lugar, pero ellos por equivocación
le quitaron la vida durante un asalto. Entonces ella abrió su corazón al odio. Pasaba
el día entero leyendo los diarios, y si algo terrible les ocurría, ella se
alegraba. ¡Pobre mujer!
Cuando nos encontramos,
me miró llena de desconfianza. Pedí a Dios que me diera sabiduría y amor para
ayudarla.
“Ya sé exactamente lo que usted me va a decir. Que debo tratar de
hablar con Dios”, comenzó a decirme, desafiante. “Pero no me siento capaz de
hacerlo”.
Yo no le contesté y
ella continuó diciendo: “Yo sé justamente lo que me va a decir después. Que
debo deshacerme del odio que tengo en mi corazón, porque sólo entonces estaré
en paz con Dios otra vez”.
-“¿Quién le ha
dicho eso?”- pregunté.
–“El capellán del
hospital”-contestó la mujer.
-“A veces no sabemos
cuán poderoso es el odio. Usted y yo lo sabemos bien. Yo estuve con mi hermana
preso injustamente y bajo torturas. Cuando me maltrataban, lo podía soportar,
pero, cuando veía que lo hacían con ella, el odio trataba de entrar a mi
corazón. Y allí experimenté el milagro. Mientras me preguntaba cual era la
solución vino a mi corazón la ayuda oportuna y la pregunta de Dios: “Si una
habitación está oscura mientras el sol brilla afuera, ¿tienes tu que sacar la
oscuridad?” Y la respuesta era: Por supuesto que no. Abro las cortinas y tan
pronto como entra la luz, se disipan las tinieblas”.
Entonces hablamos con Dios diciendo:
“Señor, aquí estamos; somos débiles ante el odio, y abrimos nuestros corazones
a ti. Entra de la misma manera que el sol radiante inunda una habitación que se
abre a su luz”.
Inmediatamente aquella
mujer sanó. Su corazón estaba lleno del amor de Dios.
Esto mismo pasa con todos nosotros. Nuestro corazón vive en una
continua batalla. Siempre nos enfrentamos a situaciones que tratan de
desarrollar en nuestra alma sentimientos tan negativos como el odio, el temor, la
desconfianza y el miedo, los cuales merman nuestras fuerzas internas, enfermándonos
por dentro y por fuera...
La solución, tal y como leímos
anteriormente es dejar entrar la luz...
Nadie puede sacar
la oscuridad de una habitación, esta se disipa sólo si dejamos entrar la luz...
Entonces toda oscuridad se disipara si pedimos a Dios que ilumine nuestra vida
con el perdón, es decir, con su gran
amor...
¡Que tengas un
bello día! Any Aular
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