Me Pasó Aquel Día
Hay días en los que amanecemos particularmente alegres
o terriblemente apesadumbrados… A veces por una causa en particular o a veces
sin un motivo aparente. Hoy quiero compartir con ustedes “Mi momento especial”.
Si así decidí llamarlo, puesto que fue un día en el que lo comprendí todo…, fue
el día en el que la luz llegó a mí desde el cielo, pero no desde el cielo que
vemos, Sino desde ese cielo de hermosas promesas, el cielo de Nuestro Amado
Padre…
Frente a mi casa vivía un señor, cuyo nombre desconozco, que se mudó a
nuestra urbanización hace pocos años (2 ó 3). Tengo la costumbre de asomarme por mi ventana casi todos los días, temprano
en las mañanas al levantarme, para admirar el cielo. Me encanta, me fascina
hacerlo…, pero desde que este señor se mudó lo hago todos los días sin falta…
En donde vivo, hay muchísimas palomas silvestres que anidan en los
árboles de los alrededores y todas las mañanas, como a las 6:00 am, este señor
abre su camioneta, toma un saco con semillas, y sentándose comienza a regarlas
en el estacionamiento. Todas las palomas se reúnen allí y comen. Es casi como
una fiesta. Es un espectáculo hermoso, alegre, tranquilizador y alentador…
Son palomas silvestres y saben encontrar su alimento, de eso estoy
segura, puesto, que hasta la misma Biblia dice que Dios les da su comida a su
tiempo. Este hombre no tiene necesidad
de hacerlo, pero allí está, todos los días, a las 6 de la mañana en
punto, dando de comer a las palomas. Ahora me asomo sin falta, y sin importar
si está lloviendo o si el sol es inclemente, este amable hombre está allí, con
su saco llenito de semillas, repartiendo a las palomas su alimento.
Fue entonces cuando llegó ese día:
Amanecí confundida, muy perturbada. Había tratado de orar, de cantar,
de leer; incluso traté hasta de brincar, pero me caí. Nada de lo que hacía me
ayudaba a encontrar la paz que anhelaba. Tenía tantas preguntas en mi cabeza,
tantas dudas en mi mente, tanto miedo en el corazón, que sentía un peso que
sobrepasaba mis fuerzas. Sabía que mi Padre en los cielos me observaba
esperando a que me dejara consolar…
Pero allí estaba yo, sin saber cómo hacer para recostarme en el regazo
de la paz del Buen Dios. Entonces, sin pensarlo siquiera y como por instinto,
hice lo que venía haciendo por tanto tiempo: abrí las cortinas de mi
habitación, y recuerdo claramente que una muy leve llovizna caía del cielo, tal
cual caía dentro de mi alma. Pero allí, sentado en su camioneta y con su saco
al lado, estaba mi vecino, dando de comer a las palomas… Las lágrimas siguieron
rodando por mis mejillas, pero ya no eran lágrimas de desconsuelo, ni de
desesperanza; de pronto se habían transformado en lágrimas de comprensión,
lágrimas de respuestas, lágrimas de confianza, lágrimas de fuerza, de las
fuerzas nuevas que entraron a mi espíritu cuando entendí el mensaje:
Si un hombre como tú y yo, lleno de defectos como de virtudes, es fiel
a algo que ni siquiera es su deber; si un ser tan humano como tú y yo se
mantiene firme, y sin importar el temporal, da de comer a las palomas,
entonces: ¿Quién soy yo para dudar de que el Padre Celestial; Perfecto, Fiel,
Amoroso y Firme en todo lo que dice, va a dejarme sin respuestas?... ¡¡¡Que
momento tan Especial!!!
Supe, entonces, que aunque las dudas asedien mi mente, y que aunque parezca
que mi búsqueda es sin fruto, puedo confiar en algo, puedo estar segura, muy
segura de una cosa: “Mi Padre siempre estará esperando por mí, a que vuele
desde el nido a comer de sus semillas; porque, sin importar el temporal: así
esté lloviendo o el sol brille en forma inclemente; Él estará allí para ti y
para mí, con su saco llenito de esperanza, paz, fe, amor, gozo,….”
Solo no dejemos de volar hacia Él, porque siempre
estará esperando; Pues el que lo busca siempre encontrará, como yo encontré, la
luz ese día. Any Aular
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