BAMBÚ


En el corazón del Reino de Oriente se extendía un hermoso jardín. El Amo, aprovechando el fresco de la tarde, se paseaba por sus predios. De todos los moradores del jardín, el más bello y amado era un noble bambú. Cada año aumentaban su belleza y elegancia. Él estaba consciente del cariño del Amo. Cierto día el Amo se acercó al bambú para observarlo detenidamente. Con mirada de curiosa expectativa, el bambú inclinó su majestuoso penacho hasta el suelo en señal de reverencia. El Amo le dijo: Bambú, Bambú, necesito tus servicios. Amo, sólo dime qué deseas. Bambú -dijo el Amo con voz grave-, me veré obligado a llevarte de aquí, a cortarte. Horrorizado se estremeció y Bambú dijo: - ¿Co... Cortarme?, Amo... ¿a mí,  a quien convertiste en el más hermoso de tu jardín?  ¿Cortarme?, ¡Ah, no! ¡Eso no!  Sírvete de mí para tu placer, oh Amo, pero... ¡no me cortes!  Mi precioso Bambú --dijo el Amo--, si no te corto, no podrás serme útil. El jardín se cubrió de silencio. Lentamente el bambú inclinó su glorioso penacho. Se alcanzó a oír un susurro. Y Bambú contestó: Amo, si no puedo serte útil a menos que me cortes, haz entonces tu voluntad. Lo alzó entonces y lo corto cuidadosamente, lo abrio y lo llevó hacia un manantial de cual surgía a borbotones agua fresca y cristalina, en medio de las resecas tierras del Amo. Luego, el Amo depositó a Bambú suavemente en el suelo, apoyando un extremo en el manantial y el otro en un canal que llevaría el agua hacia el campo. El agua fresca y chispeante se lanzó con júbilo por el cuerpo abierto de Bambú rumbo a los campos sedientos. Enseguida se plantó el arroz. Transcurrieron los días. Aparecieron los brotes. Llegó el tiempo de cosecha. Entonces el cuerpo de Bambú, antes erguido en su imponente hermosura, cobró más gloria aún en su humildad. Cuando era hermoso abundaba en vida, pero una vez cortado se convirtió en un canal de vida para el mundo de su Amo.
La verdadera belleza reside en aquello que podamos dar a los demás. Y es que nuestra vida cobra significado en la medida en la cual podamos ser útiles. Si queremos ser conscientes de la felicidad que nos espera o que podemos tener, extendamos nuestra mirada a quienes nos rodean y pensemos en la forma de hacerlos felices. En la medida en la que demos recibiremos. ¡Que Dios te de un Feliz Día!   Any Aular

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