EL HOMBRE DE LAS SIETE MASCARAS


Érase una vez un hombre que tenía siete máscaras diferentes, una para cada día de la semana. Cuando se levantaba por la mañana, se cubría inmediatamente la cara con una de sus máscaras. Después, se vestía y salía para ir a trabajar. Vivía así, sin dejar ver jamás su verdadero rostro.
Pero una noche, mientras dormía, un ladrón le robó sus siete máscaras. Al despertar, cuando se dio cuenta del robo comenzó a gritar desesperadamente: “¡Un ladrón, un ladrón!”. Inmediatamente se puso a recorrer todas las calles del pueblo en busca de sus máscaras.
Las personas lo veían gesticular, jurar, y amenazar a la tierra entera con las mayores desgracias si no llegaba a recuperar sus máscaras. Se pasó la jornada entera buscando
al ladrón, pero en vano.
Desesperado e inconsolable, se derrumbó, llorando como un niño. Todos intentaban reconfortarlo, pero nada lograba consolarlo.
Una mujer que pasaba por allí se detuvo y le preguntó: -¿Qué te pasa amigo? ¿Por qué lloras así?... Él levantó la cabeza y respondió con voz ahogada: -Me han robado mis máscaras, y así, con el rostro descubierto, me siento muy débil y desnudo... –Consuélate –le dijo ella- mírame a mí, que desde que nací siempre he mostrado mi rostro.
Él la miró durante un largo rato y vio que era muy bella… La mujer se inclinó, le sonrió y enjugó sus lágrimas.
Por primera vez en su vida, aquel hombre sintió en su rostro la dulzura de una caricia.

El hombre tiene una constante necesidad de aparentar lo que no es, esconder lo que verdaderamente siente, y el de no reconocer que necesita la ayuda de los demás. Tenemos mucho  miedo, nos atemoriza el ser descubiertos, puesto que pensamos que seremos catalogados como personas débiles o fracasadas. Este temor ha hecho que la humanidad asuma esta conducta. Así que nos pasamos la vida entera creando y usando máscaras, sin darnos cuenta que dicho comportamiento nos resta vida, puesto que nos priva de experimentar lo más maravilloso de este mundo: el amor que Dios nos desea expresar por medio de quienes nos rodean, aun en nuestra debilidad. Recuerda: en algún momento va a suceder algo que nos dejara al descubierto, pero agradezcamos a Dios estas circunstancias, puesto que Él está tratando de acercarse y de enjugar nuestras lágrimas.. ¡Entonces descubriremos que  sin mascaras somos verdaderamente felices  y libres! ¡Que tengas un feliz día!        Any Aular

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