El barquito que cambió mi vida
Cuando tenía 10 años, pasé el verano en la granja de
mis abuelos, en Noruega. Compartí muchos momentos con mi abuelo Jorgen. A él le
gustaba hacer todo con sus propias manos. Segaba la hierba, pescaba, cazaba,
molía el trigo, y cultivaba lo que comíamos. El siempre me dedicaba tiempo. Como
vivía en una granja de montaña, apartado de la gente y de las tiendas, debía
fabricar lo que necesitaba con lo que tenía a mano. Y yo siempre había creído
que, si uno necesitaba algo, sólo tenía que salir a comprarlo. Un día me llevó
al sótano, donde había un banco de trabajo. -Necesitas un barco de juguete para
que lo lleves a navegar a la laguna Storvassdal-. Entonces, tomó un grueso
madero, como de 45 centímetros de largo, y dijo: -El barco está aquí dentro, y
tú puedes hacer que salga-. Me dio un hacha y me enseñó a usarla. Poco a poco,
y bajo su dirección finalmente el barquito estuvo listo. - Recuerda que nadie
puede darte lo que haces con tu propio esfuerzo – me dijo-. Que contento me
sentía. Me fui a la laguna y puse mi barco en el agua. ¡Cómo disfruté verlo
navegar! Mis padres decidieron irse a los Estados Unidos, pero no podía llevar
mi barco. Triste, fui a la laguna por última vez, y lo escondí cerca de un
peñasco; cubriéndolo con piedras, y me prometí regresar algún día. En 1964
regresé a Noruega con mis padres, mi esposa y mis hijos. Un día salí solo y me
dirigí a la laguna para cumplir mi promesa. Al llegar me di cuenta de que había
muchos peñascos, y me sentí confundido, hasta que al fin hallé el escondite.
Allí estaba mi barco. Había reposado 34 años en aquel sitio. Increíblemente
estaba intacto. Lo puse un rato en el agua, y luego, lo dejé en el mismo
escondite. Volví varias veces. Mi último viaje a la laguna fue en 1991. Fui a
la laguna con dos de mis nietas. Mientras estábamos allí, me pregunté si las
niñas llegarían a aprender lo que mi abuelo me enseñó a través del barquito. Entonces
Claire levantó la mirada y me dijo: -Abuelo, algún día volveré aquí, y traeré
conmigo a mis hijos- . Ese día entendí que el barco había cumplido su función.
Todos fuimos creados a imagen de un ser Supremo,
Dios, Creador de todas las cosas, y si de algo debemos estar seguros, es de que
cada uno de nosotros es completamente capaz de encontrar respuestas, de crear sus
propias soluciones, y de darle forma a nuestras vidas, de manera que podamos
ser felices. Dejemos el temor y la duda a un lado, y probemos creerle a Quién
lo hizo todo de la nada. Sólo necesitas, una actitud positiva y el deseo de
seguir adelante. “El madero está frente a nosotros, así que hagamos que el
barco salga de allí. Tan sólo necesitamos decidirnos, y emprender la tarea sin
temor”. ¡Que Dios te de un Feliz Día! Any Aular
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